viernes, mayo 30, 2008

La trashumancia, ese monumento de nuestra historia

No es tema baladí el de la Trashumancia. En realidad es una parte de la Historia que se remonta a la Biblia –entendida como tratado histórico- y llega hasta nuestros días. Trashumar animales en busca de pastos ha marcado la idiosincrasia de los pueblos, ha traspasado el sedentarismo, ha conseguido que reyes y gobiernos legislaran a su favor, ha llenado los archivos de legajos, muchos títulos de nobleza fueron otorgados a propietarios de rebaños, y otros nobles contaban por miles las cabezas de su propiedad. Ha marcado la fisonomía de los caseríos, montes y dehesas. La forma de la organización social y familiar se consolidó por y para el ir y venir de los animales. Además, las miles de cabezas recorriendo de norte a sur y de sur a norte los pastos, hacían una labor de limpia de montes que evitaban los incendios, sobre todo cuando lo que se trashumaba eran cabras.

El hecho de reunir a los animales dispersos por los pastos de verano, miles y miles; conducirlos por cañadas, cordeles y veredas, hacia los pastos de invierno; la perfecta organización de las personas encargadas de hacerlo; el conocer las enfermedades de los animales, distinguir las plantas que pueden curarlos o envenenarlos; saber hacer frente a los peligros, día tras día, noche tras noche; la comida especial para el largo viaje, los utensilios para transportarla, las canciones, las costumbres que bajan y suben, todo lo relacionado con la Trashumancia, en fin, forma parte de un mundo que nada tiene de cerrado, pero sí de casi perfecto.

La Trashumancia, a día de hoy, debería ser un monumento ambulante, protegido, subvencionado con todos los medios posibles por parte de los distintos gobiernos, desde la Comunidad Europea, a las autonomías.

En esta sociedad donde lo que prima es el consumismo, la cultura del ocio, el hipotecarse de por vida, el mundo virtual, lo accesorio por lo fundamental, se subvencionan cosas tan absurdas, tan irrelevantes, casi siempre para lucimiento personal, que omitiré por prudencia, pero que sólo con acudir a las hemerotecas produce escándalo. En cambio se pone todo tipo de trabas para que el venerable oficio de trashumar se pierda para siempre. Se han ocupado vías pecuarias y descansaderos, se contempla el paso de los rebaños, por los urbanitas incultos, como una molestia, como algo propio del mundo rural, entendido éste como caduco y trasnochado, en el mejor de los casos se ve como algo exótico e innecesario.

Sin hablar de la esencia misma de la Trashumancia, que es el ofrecer a los humanos el mejor producto para su alimentación. Cualquier ser medianamente educado, sabe que no es lo mismo comer unas chuletas de cordero, un frito de cabrito o un chuletón de ternera que se han elaborado a base de hierbas aromáticas, setas y demás frutos de los pastos, que ingerir proteínas que han llegado a ser a base de piensos.

jueves, mayo 22, 2008

El polígono de la discordia

“El primer hombre a quien, cercando un terreno,
se le ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle
fue el verdadero fundador de la sociedad civil”.

Rousseau. “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres” (1754)

Había decidido no comentar nada sobre política soriana, pero a veces es imposible mantener las teclas quietas. Hace unos días vi el programa “Más Madera”, de Canal-4, y el propósito de oír, ver y callar se ha ido al garete. En primer lugar debo felicitar a José Luis Bravo por su forma de manejar el debate, que tenía tela y ya venía con etiqueta de difícil. Además de él, estaban los tertulianos Villanueva y Santamaría, y el invitado, Alvaro Marichalar.

Me sucedió como con las distintas filosofías. Desde que al primer pensador se le ocurrió que contemplando, o sea, practicando un ocio físico con las neuronas alertas, podían ocurrírsele pensamientos productivos, a priori, y hasta soluciones a los problemas, cada prócer del amor a la sabiduría ha lanzado axiomas y plasmado observaciones que han cautivado a todas las generaciones. Y una se quedaría con un poco de cada, a veces hasta con una y la contraria.

Villanueva dijo que estaba en contra de la propiedad privada. Yo también. Supongo que tanto él como yo no nos referimos a una de ochenta metros cuadrados en el aire, que tantos sudores cuestan a los trabajadores. Se referirá, como Rousseau, a la cerca de hectáreas y más hectáreas. Pero, ese hombre que primero dijo “esto es mío y halló gentes bastante simples para creerles”, fue, como dijo el francés, el primero que creó la sociedad civil. Y como estamos en esa sociedad, metidos de lleno, y como las distintas desamortizaciones (en realidad sólo una que duró más de cien años en varias etapas) no fueron perfectas, como todo, pues estamos en esa sociedad civil. Eso significa que todas las hectáreas de “El Cabezo” tienen dueño, y como tal, derecho a defender la propiedad privada, venga de cuando venga y de como venga.

Dicho esto ¿realmente es necesario otro polígono industrial en Soria? Unas opiniones dicen sí, y otras no. Personalmente, no tengo ni idea, pero según deduje hay todavía suelo industrial en Soria, en el Polígono de Las Casas, donde por cierto, el contencioso entre Ayuntamiento y propietarios ha durado años y lo que coleará. Parece ser también, que no se blindó la expropiación y posterior venta de parcelas, y algún listo especuló a fondo con ellas. Pero eso ya es cosa sabida, los buitres, cuando ven posibilidades, vuelan bajo.

Si la respuesta a la necesidad de suelo industrial fuera sí, ¿por qué precisamente cerca del Duero? Da igual de quien sean esos terrenos, es lo mismo que sean del Común de Vecinos, de la Iglesia, o de los nobles. Ese, con todos los respetos, no es el sitio desde el punto de vista de muchas personas. Cuando se planteó, hace años, el salto del Duero, algunos sorianos pusieron el grito en el cielo, y con razón, aunque desde una perspectiva puramente aséptica, es mucho mejor saltar el Duero para hacer viviendas que para construir naves industriales. Y no porque afecte a Numancia, que no afecta, mapa Geográfico y Catastral a 1:25.000 en mano, pero Soria no es sólo Numancia, y sí afecta a otros entornos. No es sitio para polígono industrial, lo diga quien lo diga.

Parece ser que el problema de fondo es que la Junta de Castilla y León quiere invertir no sé cuántos millones. ¿Tan estancos son los departamentos que esa cantidad no se puede invertir en otros menesteres? Hasta los niños les harían proyectos para invertir. Sólo hay que fijarse en las entradas a Soria. En la avenida de Valladolid –a donde se accede desde las carreteras de Burgos y Valladolid- todavía hay naves de un antiguo polígono. Desde Logroño se encuentra el polígono de Las Casas. Si, en cambio, se accede desde Zaragoza, nos encontramos con la enorme boca de la cantera de la Sierra de Santa Ana. ¿Qué tal hacer pantallas vegetales bien tupidas?

¿Tampoco se ha fijado nadie que muchos pueblos de alrededor de la capital tienen polígonos industriales, sin industria? Ese es el verdadero problema, no hay industria.

domingo, mayo 11, 2008

Hasta siempre, Mónico

“La vida es tan corta que no da para más. Hasta siempre, compañeros”. Eso puede leerse en la esquela del señor Mónico Vicente García. Pienso que lo dejó escrito él, pero si no es así, las hijas han acertado, igual que lo han hecho sus compañeros del Partido al cantar la Internacional antes de la incineración y al leer poemas de Machado, también Mónico se ha marchado “ligero de equipaje”.

Sólo hablé con él una vez, hace pocos días, por lo tanto, humanamente, no puedo opinar por mí misma. Hay, no obstante, un dato objetivo, sólo he escuchado hacia él –y no después de muerto- palabras de alabanza. Alguien, medio susurrando, también ha dicho “era muy comunista”, como si eso fuera algo reprochable. Han dicho que era honesto e íntegro. ¡Casi nada! En una sociedad donde lo que prima es el dinero, él vivió toda la vida en su modesta casa de la Barriada. Entre energúmenos que cambian de chaqueta según cálculos de probabilidades para ocupar más cómodos sillones, él se mantuvo siempre fiel a su Partido Comunista, diciendo a quien quisiera escucharle, que de esa agrupación habían salido siempre las mejores consignas para luchar contra el fascismo.

Honestidad y Honradez y Valor. Porque hay que tenerlo para, en una ciudad castellana y levítica de los años sesenta y setenta, luchar por el sindicalismo, luchar por las libertades, y exponserse a ser detenido, como sucedió varias veces, la última en 1972, cuando fue condenado a tres años de prisión.

Entre niquelado y niquelado de su taller de la calle Numancia, Mónico Vicente y sus correligionarios preparaban el camino, desbrozaban los obstáculos para que otros, después, pudieran transitarlo libremente. Hombres y mujeres de una sola pieza, que se quebraban pero no se doblaban. Y junto a esos hombres como Mónico, seguro que había una gran mujer que le solucionaría los problemas cotidianos mientras él era encarcelado una y otra vez, sólo, únicamente, por defender las libertades.

Participó en la sociedad aportando su experiencia y su buen hacer, siendo secretario de CCOO –el primero de Soria tras ser legalizado-, siendo concejal del Ayuntamiento de Soria por el Partido Comunista, y creando la Asociación de Vecinos de la Barriada, donde fue tesorero. Y al final de su vida seguía viviendo en la misma casa humilde y sencilla, decorada con una foto del Guernika y un cartel del Partido.

Digno ejemplo. “La vida es tan corta que no da para más”. Hasta siempre, Mónico.

lunes, mayo 05, 2008

El mundo es de ellos

Con cualquier excusa es posible escuchar las voces de algunos maduros y sesudos componentes de esta o cualquier otra sociedad, preguntarse “pero ¿los jóvenes qué quieren?”, recientemente, con el tema de la Apostasía en Soria, además de esta pregunta he escuchado la aseveración “tendrán poco trabajo y se aburrirán”. A decir verdad estos comentarios se han dado casi siempre en todas las generaciones y pueden deberse a que el hombre tarda en asumir su condición de mortal, o si la asume a edades digamos acertadas, desea perpetuarse de todas las formas y maneras posibles. Me recuerda la letra de una canción de Serrat, “nos dejan sus herencias, nos marcan un sendero, nos dicen lo que es malo, lo que es bueno”. Si los pocos decididos de cada generación hubieran hecho, como los otros, obedecer ciegamente a sus mayores, todavía estaríamos asando las liebres con pellejo en hornos de cenizas.

El presente es de todos y el futuro de los jóvenes, quienes, a su vez, tendrán que dejarlo a los de la siguiente generación. Parece que cuesta entender esta evidencia. La sociedad española de posguerra, levítica, miedosa, preocupada más por el vecino que por ellos mismos, no debe seguir sirviendo de ejemplo, y los jóvenes hacen muy bien en sacudírsela de encima cuanto antes. Esa sociedad, que en la actualidad puede establecerse con elementos entre los ochenta y los cincuenta años, ha sido, en general, el fruto de una España que comenzó con la masacre de la guerra y continuó con Franco y sus secuaces. Con una estética de procesiones, brazos incorruptos unos y en alto otros, palios cubriendo al dictador, películas con clasificación en las puertas de las iglesias, burgueses panzudos que rezaban el rosario por las tardes y acudía a los burdeles por las noches, y actos similares tan poco edificantes.

Unos luchaban y otros se dejaban vivir. Los que destacaron enfrentándose al régimen o a sus policías (que no siempre lo eran), no se les ocurre ahora preguntar qué quieren los jóvenes, ni cuestionarse el modelo con que cortan sus pelos, ni las tijeras con las que rompen sus pantalones. Los que se dejaban vivir ya es otro cantar. Querrían servir de modelo para toda la eternidad.

Ser joven en Castilla puede que sea más difícil que en otros lugares. La sociedad envejecida, los prejuicios, las convecciones sociales, suponen un obstáculo para seguir adelante con sus reivindicaciones. No se aburren los jóvenes. Conozco a muchos, hablo con ellos, les envidio, trabajan mucho y se responsabilizan de actividades y asociaciones. No siguen el ejemplo de las anteriores generaciones, porque no tienen modelos para esas reivindicaciones. Van más allá de las subvenciones y el precio de la remolacha. Miran más lejos, mucho más, de lo que miraban sus mayores.

Eso quieren los jóvenes, vivir su propia vida, tener derecho a que se les reconozca lo que reivindican, ser un grupo más dentro de la sociedad que les ha tocado vivir, y si pueden en algo aportar ideas que superen viejos conceptos y barran para siempre enquistados prejuicios, mejor que mejor. Forman parte de la sociedad, ese colectivo de jóvenes, millones, tienen el mismo derecho que otros colectivos.

El mundo es de ellos. Nosotros lo único que debemos procurar es dejárselo en las mejores condiciones posibles, porque estos jóvenes y los siguientes, y los otros, se van a encontrar con la tierra hecha una mierda, gracias a sus ancestros. A ver si nos enteramos de una vez que estamos de paso y que nada nos pertenece, todo lo más unos metros cuadrados colgados en la altura, que también acabará convertidos en escombros. Eso el que los tenga.