viernes, enero 01, 2016

¡Disfruta Soria!



Discurridos ya varios días desde los últimos comicios y visto cómo ha quedado el mapa político en Soria y su provincia, se puede decir, sin temor a errar, que los sorianos estamos -están- más que a gusto y satisfechos con las políticas practicadas con estas tierras en los últimos treinta y tantos años. La despoblación sufrida desde el final de la guerra hasta nuestros días parece haber creado una situación de bienestar en la que la mayoría se siente confortable. 

Las causas que en Soria motivaron el éxodo, a día de hoy no se darían. En primer lugar porque ya no queda población para marcharse. La falta de servicios mínimos en los pueblos no es tan angustiosa como en los años cincuenta o sesenta, cuando el transporte era a dos o cuatro patas. Otro tanto puede decirse con el cierre de las escuelas, no hay niños en los pueblos y los pocos que todavía resisten son transportados cómodamente. La regularidad de un salario, otra de las causas, ya no la tienen tampoco en las grandes ciudades. Aquellos que se marcharon e hicieron, al volver en verano, labor de proselitismo, ya no son creíbles, porque la televisión les enseña a los que todavía residen aquí cuál es la realidad. Y en cuanto a la presión social, o sea, a las malas lenguas, nadie hace puñetero caso, ya ninguna mujer se suicida, como me contaron en un pueblo, porque se diga que el niño es hijo del zagal y no del marido. 

Las encuestas dicen que el mundo rural, habitado por gente mayor, es conservador y vota a la derecha o a lo que ha votado siempre. Pero esta gente mayor del mundo rural, incluida Soria, antes fue joven y, siéndolo, sufrió el grave problema de la despoblación. Y cabe preguntarse ¿y si la despoblación no fuera un problema para ellos, sino más bien un alivio? Cuantos menos seamos a más tocamos. ¿Y los hijos, y los nietos? Ya han sido educados para buscarse la vida lejos del mundo rural y lo único que necesitan es una buena casa -la familiar- con unas comodidades que los constructores de ellas, abuelos, bisabuelos, ni soñaron que podrían llegar a tener. Una casa para pasar en ella algunos días al año. Las tierras -asuradas por los abonos químicos- ya han sido esquilmadas, y el futuro de esta provincia -si por casualidad hubiera alguno- no está en las tierras, ni los nietos de aquellas gentes están muy interesados en seguir cultivándolas. O sea, que el futuro no se vislumbra y eso es algo que perciben los que quedaron y quienes se fueron, y cuando no se vislumbra futuro se tira la toalla. Todo está ya hecho. 

Muchos pueblos están vacíos, literalmente, aunque haya vecinos censados por razones administrativas. El cincuenta, el sesenta o el porcentaje que sea, elevado, reside en la capital, lo que otorga a la ciudad la impresión incluso de bullicio en determinadas zonas y a determinadas horas. Las instituciones provinciales -Diputación especialmente- tienen la sede también en la capital, quedando la provincia envuelta en una nebulosa, como si se hubiera desgajado, como en un limbo, porque lo que no se vive, aquello que no se ve, hasta pudiera ser que no existiera. Otra cosa sería si la sede se ubicara en San Pedro Manrique, o en Retortillo, o en Reznos. Si a esto añadimos los innumerables edificios que existen esparcidos por toda la ciudad, dedicados a albergar centenares de funcionarios de las distintas administraciones (tengo un amigo que opina que todo lo relativo a Soria se podría gestionar con un ordenador desde un despacho), los sorianos de la capital tienen la falsa creencia de que aquí no pasa nada, de que incluso hay prosperidad. Si a esto le unimos que cuando los capitalinos se desplazan -incluidos la mayoría de políticos- lo hacen en fechas puntuales, cuando en algún pueblo vacío y desértico once meses al año se hace alguna actividad interesante, o directamente no conocen la provincia, insisto, lo que no se conoce no existe.

 

Y no pasa nada, realmente. Es la decadencia, que significa ir a menos. Y la decadencia es hasta hermosa, carece de fuerza, pero también de pasiones. El helenismo fue la decadencia de Grecia. Generalmente, cuando este ir a menos parece que va a hundir a una civilización, se regenera y renace. Aunque no creo que sea el caso que nos ocupa, pero nunca se sabe. 

Hay que llegar a la conclusión de que los sorianos están a gusto con sus dirigentes, con sus elefantes que tan bien ha descrito el profesor Carmelo Romero en Fauna humana, y tan detalladamente ha dibujado César Ordóñez. Son como sus animales de compañía, esos que les han acompañado a lo largo de toda su vida, que no han movido un dedo para evitar la despoblación, pero se les quiere y quién es capaz de abandonar una mascota. Me dicen, entre ellos mis hijos, que es necesario que desaparezca parte de la población, la más anciana y conservadora, para que esto cambie. Tengo mis dudas. Cuando esa parte desaparezca, al ser la mayoritaria y no tener recambio, en lugar de noventa mil habitantes (como todos sabemos son muchos menos), Soria y sus tierras se habrá quedado en los huesos, y aún le faltará alguno. Además ¿alguien se ha percatado de la cantidad de gente joven que tampoco está dispuesta a que esto cambie? Soria es también para los políticos, una bicoca. Y el que venga atrás que arree. 

Disfrutemos del modelo de provincia que la mayoría de sorianos llevan eligiendo décadas. Soñemos con ser los señores de la tierra, de los bosques y de los ríos. Disfrutemos de soledad productiva y de silencio (salvo en la ciudad, donde es imposible). Y, en todo caso, como diría un prócer soriano con menos años de los que llevo viviendo en Soria ¿quién es la Goig para decirnos lo que tenemos que hacer? Pues es verdad.