miércoles, mayo 17, 2017

Franco y el Valle de los Caídos



 En la Alcarama de Soria tratando de encontrar la fosa de Antonio Cabrero y Valentín Llorente. Foto Susana Soria.

Acabo de ver un programa en la Sexta sobre Franco y su valle. Aparecen familiares de los asesinados por Franco y su régimen, abogados, historiadores, Gonzalo Fernández de la Mora (digno hijo) y el nieto mayor de Franco, de su mismo nombre y apellidos, ese que ha sido multado ya en varias ocasiones por cazar furtivamente, entre otros montes en los de Soria.

Hay que reconocer que lo de España es muy fuerte. Dentro de la Europa democrática no se conoce un caso similar de militar golpista y después dictador con cientos de miles de asesinatos a sus espaldas que tenga un monumento semejante para sus restos donde se le sigue rindiendo homenaje cada año con brazos en alto y cánticos del caralsol. Como hace pocos días en Málaga al suegro de Ruiz Gallardón. Veinte y un mil asesinatos, afirma la Asociación que lleva su nombre, “y porque no hubo más remedio”. A la salida de los juzgados de Soria, donde se dirimía si al pueblo de San Leonardo se le quitaba el “de Yagüe”, la hija del carnicero de Badajoz se permitió decir que los crímenes cometidos por su padre en aquella ciudad extremeña es una tergiversación de la historia, vamos una leyenda urbana, como si él mismo no hubiera confesado sus crímenes argumentando que no iba a dejarlos atrás. “Por supuesto que les matamos. ¿Qué esperaba usted que me llevara cuatro mil rojos?”. Se lo decía a un periodista, en plena contienda. A Rajoy no le interesan nada las fosas de la guerra, ni lo que sucedió después, ha repetido hasta la saciedad. No le interesa nada de aquello, entre otros motivos, porque no han pasado por sus ojos más de mil expedientes de responsabilidades políticas. A muchos nos gustaría saber qué le interesa a Rajoy. Y qué van a decir Rajoy y los suyos, si la mayoría son descendientes de aquellos. Si ganan una y otra vez las elecciones porque no existe un partido más a la derecha que ellos y porque no hay manera de que la izquierda se alíe (sí, alíe), por una vez en la historia y los eche.

Bueno, a lo del Valle. Ni la Iglesia, ni el Estado. Si todavía a la familia le restara algo de vergüenza, si reflexionaran por unos instantes la vida regalada que han llevado todos gracias a Franco y a su sucesor, quien les concedió hasta títulos nobiliarios, sin que nadie ni nada les haya perturbado, sin que hayan tenido que exiliarse, podrían hacer un único favor a todos los españoles y llevarse al abuelo a un cementerio, donde estuviera su mujer, por ejemplo, y homenajearle en la intimidad. Ellos, especialmente a la hija (que todavía pulula por la vida con noventa años o más), a la que sólo molestaron en una ocasión cuando sacaba joyas y condecoraciones de papá, la molestaron solamente, que yo recuerde no pasó por la cárcel, dejó el bolso en alguna consigna y a la vuelta lo recogió. Ella, antes de morir, debería hacer un único favor, y permitir que los restos de su padre se sacaran del Valle de los Caídos.

No resultaría esa basílica, una vez fuera el dictador, agradable. Está contaminada para siempre. Además es el recinto más tétrico, sobrecogedor, feo y tenebroso que he visto en mi vida, propio de la megalomanía de dictadores. Construido por los presos, políticos y comunes (¡qué salvaje ironía!). Pero al menos, sin los restos dentro, se podría dignificar, no sé, o contratar a una empresa de derribos.

¡Se lo lleven, coño!, como diría aquél. Es más fácil sacarle a él que al resto de los que se llevaron de extranjis. Miles de ejecutados por Franco y sus secuaces siguen en las fosas buscados durante años por sus familiares para llevarlos a los cementerios junto a los suyos, y éste, bien localizado y floreado, permanece allí, especialmente porque su familia tiene el malsano deseo de seguir jodiendo a los españoles. Y de paso que se les acabe el negocio a los benedictinos que se niegan a dejar la tumba vacía. ¡Qué triste destino para los monjes de San Benito!