lunes, octubre 29, 2007

La señora Marcelina

-O la tranquilidad de poder seguir confiando-
El pasado sábado, día 27, pasé a visitar a la señora Marcelina, de Ventosa de San Pedro. La conocí hace más de diez años, cuando Moisés, uno de mis hijos, me dijo “te gustaría conocer a la señora Marcelina, sabe muchas historias de esas que tanto te gustan”.
María Luisa y yo recorríamos la provincia por entonces en busca de los saberes de los mayores para escribirlos, o guardarlos, procurando que no se pierdan para siempre. Fue Marcelina para nosotras una de esas personas cuyo recuerdo conservamos envuelto en cariñoso agradecimiento, junto con tantos otros. Con ella hablamos de móndidas, de historias pequeñas, de trashumancia, en fin, de todo aquello en lo que ella es sabia. Nos vimos varias veces y siempre mantuvo la actitud generosa, sin regatear esfuerzos con la memoria.
El sábado, después de ocho años, fui de nuevo a verla acompañada de Leonor, mi hija y cartera rural accidental de Tierras Altas, con quien me envía recuerdos cariñosos con frecuencia. Estaba igual, pequeña, ágil, trabajadora a sus más de ochenta años, cuidando sus flores con mimo, almacenando leña para el duro invierno. Tomamos con ella un café con leche de verdad, con esa leche de la que se escapa la nata que tanto le gusta a María Luisa, leche de sus vacas, y unos bizcochos. Me tenía reservada una sorpresa, un juego de toallas adornadas con una preciosa puntilla hecha por ella misma a ganchillo.
Durante el camino de vuelta pensaba que estas personas son las que hacen que sigamos teniendo confianza en el ser humano. Y esto, que puede sonar a retórico, merece un momento de reflexión. Nos rodea un mundo –me refiero al primero- donde el egoísmo nos ha llevado a la soledad. No queremos ser molestados, podemos dar lo que nos sobra después de tener todos nuestros caprichos satisfechos, pero no ser molestados, por favor. Nos encerramos en casa, ajenos a otras soledades, ajenos a los problemas de tres cuartas partes del mundo, y pasamos las horas muertas delante de la televisión o de la pantalla del ordenador. Sobre todo que no se nos moleste.
Mientras, las personas en las que todavía podemos confiar, en las que todavía el ser humano puede apoyarse y tomar como referencia, vigilan la nave de ganado de los hijos, recolectan hierbas para los catarros, preparan café con leche para las visitas que son siempre bien recibidas, se sientan al sol rodeadas de flores y con sus propias manos hacen labores primorosas para regalar, acuden a la casa de la vecina también sola y se preocupa por ella, mantienen limpia la calle, el lavadero y la iglesia, se ocupan de los vestidos para la fiesta, y en los días previos a esa fiesta de sus manos salen rosquillos y tortas con las que obsequiar a la familia o a los amigos. Y siempre trabajando, “hacer y haciendo hacerse y no ser más que lo que se hace” (no recuerdo quién lo dijo). La mayoría tienen más de ochenta años. Todos viven con tanta confianza hacia el ser humano, que las puertas de su casa no se cierran nunca.
¿Se puede vivir de forma más acorde con la naturaleza? Gracias, señora Marcelina, por ser como es, y a todas las señoras Marcelinas del mundo rural.

domingo, octubre 28, 2007

La politización de la Justicia

La Justicia, el trato justo, la rectitud, la equidad, la ética…, ha supuesto siempre para el hombre una cierta seguridad en que los hombres, las altas jerarquías, iban a ser capaces de dar con una solución justa a los problemas que ellos no podían resolver. Hasta el más humilde de los vasallos, en la Edad Media, acudía a los señores o sus representantes, en la confianza de que su caso iba a ser visto sólo con los ojos de lo justo.
Todo es susceptible de perfeccionarse con el tiempo. Lo que en un principio fueron las Tablas de Moisés, con un articulado elemental, pero claro y comprensible, con el paso de los siglos se ha ido complicando de tal forma, que códigos, leyes y articulados han venido a hacer de la vida un ovillo difícil de desentrañar. Menos mal que los ciudadanos de a pie no conocemos todas estas leyes y caminamos por la vida más o menos tranquilamente, tal vez, de conocerlos a fondo, no nos atreveríamos ni a salir a la calle por miedo a delinquir a cada paso.
Al margen de ironías, creo que lo que todo ciudadano espera de la Justicia es que sea apolítica. Pero claro, como diría Platón, una cosa es la Justicia en sí y otra las personas que las imparten, hombres y mujeres al fin y al cabo, sombras que se ven pasar desde la caverna. No se le puede exigir a un juez o a un fiscal, que siendo uno se convierta en lo contrario por arte de la toga. Debe ser muy difícil, pero no imposible.
Este debe ser el quid de la cuestión, la dificultad para dejar de ser hombre y convertirse en juez puro. Debe ser este y no otro el motivo por el cual los dos grandes partidos españoles están dando la nota con el Tribunal Constitucional. Por si acaso la Sagrada Constitución no tuviera ya a algunos ciudadanos algo cansados, al no comprender que, por Sagrada, sea intocable, viene la composición del Tribunal, creado a fin de dilucidar si es o no constitucional lo que se legisla, a crear un malestar y una certidumbre de que la Justicia no es apolítica. Debiendo serlo por ley, ya que, junto con los poderes legislativo y ejecutivo, el judicial debe ser, y aparecer, libre de contaminación.
Desde el momento en que este tribunal es elegido por Congreso, Senado, Gobierno y Consejo General del Poder Judicial, se ve, de forma diáfana, la confianza que los políticos tienen en los magistrados. Por que si existe un C.G.P.J., cuya única función es velar por la independencia de todos los jueces y magistrados ¿cuál es la razón de que el gobierno de turno les nombre? ¿cuál es la razón de que, debiendo ser independientes, interpretan de forma distinta la Constitución unos u otros?
Son preguntas con respuesta obvia, por desgracia. Y así las cosas, tirándose a la cabeza los magistrados los dos grandes partidos, visto que la independencia en el tercer poder es inexistente, se llega a una segunda conclusión, España, de seguir esto así, será un Estado judicial, o como se llame, donde el valor del voto de los ciudadanos será nulo, toda vez que, si se vota teniendo en cuenta el programa de cada partido, se legisla –más o menos- según esa programa, pero al partido de la oposición –en este caso el Popular que como buena gente de derechas no se resigna a dejar el poder- recurre al Tribunal Constitucional, cada ley que se ejecuta puede ser devuelta a las cámaras.
Esto, paradógicamente, sólo pueden arreglarlo los jueces y magistrados no entrando al trapo, porque está visto que el seso de los políticos es más ineficaz que el de una gallina.

jueves, octubre 25, 2007

La placidez de Mayor Oreja

He escuchado con satisfacción los comentarios de Mayor Oreja sobre el franquismo, he leído sobre lo dicho, he comentado con amigos. Nadie debería escandalizarse por ellos, todo lo contrario, es de agradecer que cada cual se manifieste con sinceridad para saber a quiénes tenemos enfrente, al lado, o a la espalda, según el tipo de manifestación que salga de su aparato fonador.
En el caso del popular Mayor, he sentido lo mismo que siento cuando la Iglesia Católica se niega a dar alguno de sus sacramentos aduciendo motivos lógicos desde su perspectiva y según sus leyes. Es mejor, mucho mejor, que no se disfracen, que no se barnicen, y se muestren como son y piensan.
Hasta que Mayor Oreja hizo sus declaraciones sobre el franquismo, negándose a condenarlo y diciendo que en el País Vasco se vivió con placidez –el franquismo, ¡manda huevos!- sabíamos lo mismo que sabemos ahora, pero daba cierto pudor escribirlo. Ahora, con el añadido de que los prebostes del Partido Popular no han desautorizado los comentarios de Oreja, ya podemos escribir tranquilamente que algunos, o muchos, dirigentes peperos, alaban la placidez del franquismo.
Por cierto, no condenar la violencia del terrorismo de ETA les cuesta a los independentistas vascos la cárcel.
Pocos dudábamos que España está plagada –de plaga- de franquistas, en el sentido de ideología -¿es una ideología eso?- o de haber participado en el gobierno de Franco sin rechistar. Luego se compraron carnets de demócratas. No hay más que repasar los nombres de los fundadores de Alianza Popular, luego Partido Popular. Pero que lo reconozcan a boca grande puede cabrear, pero a la vez reconforta.

Nos vamos a comer las cebras

“Pájaro que vuela a la cazuela”, decían nuestros mayores. Animales que corren al abdomen, más o menos, o a la panza, o al bandullo. En algunos restaurantes, cansados ya de los animales que se crían y se engordan para que los humanos satisfagan sus necesidades, han dado un paso más, y proponen que, en lugar de saciar lo fisiológico con proteínas conocidas, lo hagamos con sabores exóticos.
Empezó con la avestruz y ahora se ofrece al animal humano bisonte, cocodrilo, cebra y canguro. No sé, pero pronto lo explicarán, si se van a criar en cautividad o, directamente, se cazarán, con lo que estos animales pueden ir preparándose para pasar a la lista de desaparecidos en batalla unilateral.
Todo es poco para la voracidad del ser humano del primer mundo, que se aburre, el pobre. Porque no es lo mismo que en la sabana se coman una cebra, los indios se comieran un bisonte o en la selva un cocodrilo, que lo hagan los europeos teniendo, como tienen ya, bastantes animales a su disposición. Tampoco habría nada que decir si estos animales hubieran sido devorados en épocas de hambre, pero este sibaritismo resulta duro de tragar.
Todo lo devora el hombre, “todo te lo tragaste”, que decía Neruda. Digo yo, ¿por qué no nos comemos los insectos tostados, que sobran, los mosquitos de la malaria, que tal vez fritos pierdan su malignidad, o la mosca tsé-tsé?
Por un lado todo es poco para los sentidos de los que componen la sociedad cómodamente establecida y sin problemas, por otro, se pone a disposición de un animal –léase el tiburón de Tarragona- unos equipos que para ellos quisieran cualquier habitante subsahariano.
Decididamente nos aburrimos.

sábado, octubre 13, 2007

Octavi Franch y su Darrer tauró

En el año 2003, Octavi Franch (Barcelona, 1970), publicó, en Edicions Maikalili, su novela El darrer tauró (El último tiburón). Era la cuarta novela que salía de su imaginación, de donde también salen poemarios, series de ficción, películas, y otros frutos de su particular modo de ver la vida y de imaginar los hechos.
Afincado en el Prat, pueblo del Baix Llobregat donde tiene la sede social Maikalili, perteneciente al Grup Senar, Octavi combina la creación con la administración de una editorial que ya ha dado varios éxitos a conocer, como los escritos de Dieguito “el Malo”.
Pero vayamos al Darrer tauró. La novela transcurre en el año 2011. El gobierno de la Generalitat se enfrenta “al maldecap més anguniós des del referèndum per a la sobirania del 2005: la recerca d’en Quirze Puigdesens, àlies Tauró, l’últim general franquista que queda en vida per tal de jutjar-lo per crims contra la humanitat”. La novela se mueve entre la ciencia-ficción europea y el thriller americano. En “el Tauró” se reconoce a Ramón Serrano Súñer, el nazi cuñado de Franco, ministro de la Gobernación en el primer gobierno de la dictadura, para quién el periódico La Vanguardia, de 6 de mayo de 1939, pedía fuera “aclamado presidente honorario de todas las asociaciones de la prensa de España”, al parecer en gratitud a una Ley.
En El darrer tauró, el personaje franquista está a punto de cumplir 111 años, sigue vivo, y se pone en marcha un dispositivo apoyado por la Generalitat y liderado por Bernat Sanahuja, catedrático de Historia Moderna, nieto de l’Heroi del Baix Llobregat, torturado por los franquistas, quien desea, más que nadie, capturar al Tauró y que sea juzgado.
Son casi doscientas treinta páginas de una historia trepidante, inteligente y dura, que se lee de un tirón, pues la agilidad y las vicisitudes imaginadas por el autor, no permiten demora. El lector entra en la novela, participa de ella, y está deseando que el saco de carne y huesos moribundo sea juzgado antes de desaparecer del todo. Pero no resulta fácil su captura. El gobierno de España de esos años está plagado, otra vez, de fascistas –fácilmente reconocibles- que ponen todo los medios a su alcance para que el nazi, el tiburón, no sea pescado.

¿Aznar presidente de la República?

Del sistema estadounidense sólo me gusta su federalismo, y para que no me guste ni eso, me fijo en el suizo. Cada cantón con su idioma y sus peculiaridades y ahora, por fin, representándolos, una mujer. O el modelo de la antigüedad griega, las ciudades-estado. Pero España sigue teniendo voluntad de Imperio. Aquí nos hemos quedado colgados en el espíritu de Felipe II, aunque sin colonias –a no ser Ceuta, Melilla y Las Canarias-, sin barcos a los que enviar contra las tempestades, aunque todavía reclamemos algún pecio perdido en las profundidades del Atlántico, por donde Platón filosofó su Atlántida. ¡El glorioso Imperio donde nunca se ponga el sol!
Ese podría ser el debate, ya que lo de la anarquía ni se vislumbra y quedará para siempre jamás, como los cuentos de hadas, en una hermosa utopía, como las puertas de las cárceles abiertas de par en par.
Parece ser que el debate que empieza a plantearse en España –a no ser que se trate de hechos aislados- es el de Monarquía o República. Si la sociedad estuviera perfectamente estructurada, si la riqueza estuviera repartida –más o menos- y lo único debatible fuera la forma y manera que debe tener la jefatura del Estado, con hacer un referéndum sería suficiente. Quizá los españoles querrían una República. Pero con todo por hacer –ocho millones de españoles viven por debajo del umbral de la pobreza, mientras que las grandes fortunas se las reparten unos cuantos- esto, con todos los respetos, es empezar la casa por el tejado.
Si cabe alguna duda, fijémosnos en quiénes jalean este debate, además de los grupos independentistas hacia los que dirijo todos mis respetos. Lo alienta la radio de los obispos, la Falange y la extrema derecha en general –entre ellos Ynestrillas-. No se debe entrar a ese trapo, es peligrosísimo.
Por otro lado, el jefe del Estado español, según la Intocable Constitución, por no poder, no puede ni opinar, o sea, que sólo puede leer lo que le ponen delante y representar a España fuera del país. Como Borbón que es, sabe perfectamente que la corona no está tan anclada como la de la soberana de Gran Bretaña, por ejemplo, quien ya nació con ella como un apéndice más de su real cabeza, lo que supone que el Rey ha de ganarse a pulso su propio trabajo y el de sus sucesores. ¿Resulta cara la Corona en España? Como en cualquier otro país, menos que más, y tanto como una Presidencia de la República.
Vayamos a otra reflexión que no debemos desdeñar. En España tenemos elecciones municipales, autonómicas y generales, a las que hay que añadir las europeas, y no coinciden que digamos. Prácticamente estamos siempre en campaña electoral, con el desgaste que ello supone y lo caro que resulta. ¿Queremos otra, más gastos, más coches con altavoces rompiendo los tímpanos por las calles, más políticos gritando en las pantallas de las televisiones y por las ondas de las radios? ¡Por favor!
Y para colmo ¿alguien se imagina la situación que podría crearse con Aznar, por ejemplo, como presidente de la República, y Zapatero como jefe de Gobierno, o al revés? Un presidente opina y decide, un rey parlamentario, no. Pensémoslo.