sábado, noviembre 30, 2019

Santiago y el azafrán Carmencita



A mi amigo Juan Carlos Roldán que me contó esta historia paseando por la Judería



Santiago era un muchacho de Jaén, que vivía cerca de la plaza de los Caños, en la Judería de la ciudad, por donde paseó el rabino Sabetay D´jaen, sefardí internacional, aunque eso él no lo supiera. La fuente de los Caños es uno más de los magníficos monumentos que se pueden encontrar en la ciudad de Jaén por donde el agua mana sin cesar gracias a su situación, rodeada de sierras como Jabalcuz y la Pandera, de la cordillera Subbética. Un festival de agua que ya ponderara Carlos III, “padre de sus pueblos”. Pero eso, por aquellos años, no le interesaba al muchacho.

Al chaval lo que verdaderamente le interesaba era completar la colección de cromos de futbolistas que venían en el interior de los sobres de azafrán “Carmencita”, unas carteritas de papel que se rellenaban con el azafrán de Alicante y llegaban a toda España. Era difícil conseguir los cromos porque el azafrán era caro y las madres lo escatimaban. Todos los chicos estaban en la misma situación, así que también era difícil el intercambio.

Santiago ahorraba cada propinilla que le daban, poca, y a veces extraviaba algo cuando iba a hacer los recados de la casa. Contaba las monedas una y otra vez, miraba los cromos, Gonzalo II del Sabadell, Pérez del Castellón, Riera del Atlético Aviacion (de ese tenía tres por la tarde trataría de cambiarlos), Antón del Oviedo, Gorostiza del Valencia (dos, lo cambiaría con Blas que le faltaba), pero Raich del Barcelona no le salía a nadie, y le faltaban tantos... El magnífico regalo que anunciaba la empresa y que exponían en algunos comercios de la localidad, era un balón, un hermoso balón, que podría sustituir las vejigas de los cerdos infladas y recosidas.

¿Qué hacer? Tenía un TBO de Jaimito que no le hacía mucha gracia. Andrés se lo había querido comprar muchas veces, pero no se llevaba con él muy bien. En la Escuela le dijo que se lo vendía. Andrés le propuso cambiárselo por cromos, pero Santiago le dijo que quería dinero. Sólo consiguió, regateando mucho, una peseta. Llegó a casa, lo juntó con lo suyo, le pidió a su madre unas perras gordas y subió la cuesta hasta la tienda de María. ¿Cuántos sobres de azafrán me da por este dinero? El chico sólo movía la cabeza a cada pregunta de la mujer, cogió los sobres y salió corriendo. Se sentó en la fuente de los Caños, los fue abriendo y...¡Raich, del Barcelona! Alguno más que no tenía le salió también. Se miró las manos y estaban amarillas. ¿Qué hacer con el azafrán? Sin pensárselo dos veces lo lanzó al agua de la fuente y marchó corriendo.

No habría pasado ni una hora cuando el agua de la fuente de los Caños mostraba un color amarillo. La de los rebosaderos había descendido hasta la fuente del Arrabalero y también estaba amarilla. Avisados los técnicos del Ayuntamiento se presentaron en ambas, cogieron muestras, se formó un gran revuelo, pensaban en amenazas de epidemias, hasta que una vecina de Santiago pasó por allí y les dijo, qué epidemias, ni qué leches, ha sido el Santiago, el muchacho de ahí en frente. La madre sólo le dijo: podías haberme traído el azafrán, que cuesta caro.

viernes, noviembre 29, 2019

La represión franquista Mujeres republicanas en Jaén




Con motivo de mi última visita a Jaén, mi lugar de nacimiento, siempre anhelado, un muy querido amigo, Juan Carlos Roldán (además de familia en no sé qué grado, pero seguro que tenemos una tatarabuela común, por nuestra condición de descendientes de otiñeros), me regaló dos libros de los que me gustan y con temas sobre los que trabajo en Soria, la represión franquista. Comíamos exquisiteces en el restaurante Dama Juana, con Eva, su mujer, y Juan Carlos hijo, una semana antes de que obtuviera la Estrella Michelín, cuando me fijé en el nombre de la autora de Mujeres Republicanas en Jaén: Carmen Rueda Parras. Le hice unas cuantas preguntas a Juan Carlos y sí, era ella, Carmina, la hija de Pepe y Conchita, a quien nosotras llamábamos tíos. La última vez que nos vimos fue en Tona (Barcelona), en casa de su tía Loli, cuando Carmina empezaba su relación con quien más tarde sería su marido. De eso hace más de cincuenta años. Otra vez la infancia, otra vez los recuerdos...

Carmen Rueda Parras es maestra, historiadora, investigadora y miembro del Seminario Mujer, Ciencia y Sociedad de la Universidad de Jaén. Son varios sus libros publicados. Concretamente Mujeres republicanas en Jaén, está editado por Madara Editoras, este año de 2019, con el apoyo de la Asociación para la recuperación de la Memoria Histórica y por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

El Monasterio de Santa Clara en la actualidad

La publicación se divide en tres partes más una de anexos. En los expedientes de las mujeres represaliadas en Jaén aparecen por orden alfabético. Tienen en común, además de la ideología, que la mayoría son viudas, de lo que se deduce que los compañeros o bien habían muerto en el frente, o ya habían sido fusilados. También la mayoría son analfabetas y con oficios humildes: las más jóvenes sirvientas, de otras afirman en los expedientes su oficio de prostitutas, sus labores (su sexo), vendedoras de verduras, lavanderas, capacheras y algunas panaderas. Las edades de estas mujeres oscilan entre los 17 y los 80 años, esta última falleció en la cárcel de Santa Clara, donde se mantenían presas a casi todas, aunque algunas también fueron recluidas en el convento de Santa Úrsula.

¿Por qué fueron represaliadas estas mujeres? Pertenecer a la UGT o alguna otra actividad u organización relacionada con los años ilusionantes de la II República. Pero en otros casos los cargos eran insultos a la autoridad, gritar porque le matan al marido, por la delación de unos vecinos que escucharon al pasar por una ventana los lamentos de una madre por tener a sus tres hijos condenados a muerte... Las autoridades militares, una vez acabada la guerra, actuaban igual en toda España. En Soria llegaron a acusar a una mujer de haber envenenado al gobernador militar, quien falleció en el hospital a causa de una septicemia por herida de brazo en un accidente. El caso es que algunas de estas mujeres de Jaén fueron ejecutadas o morían en la cárcel. Especialmente sangrante fue la ejecución de Dolores García Negrete, esposa del médico y presidente de la Diputación de Jaén, Federico Castillo Extremera, madre de 14 hijos, viuda, en este caso por haber fallecido el doctor Castillo a causa de un cáncer. Fue asesinada, como tantos otros, en el cementerio de San Eufrasio, a los 53 años.

 En las tapias del viejo cementerio de San Eufrasio se asesinaron a muchas jiennenses

Frente a los datos estadísticos, Carmen Rueda, en Anexos, da el toque más humano a toda esta historia -historias- de sangre y dolor. Son retazos de entrevistas a mujeres represaliadas, o el sobrecogedor relato de la muerte de Milagros Montañés Martos, “La Perejila”, o las fotos de quienes han sobrevivido y, muy especialmente, la carta que el padre de Isabel Burgos le dirige a su hija, cuando está esperando que le asesinen.

Por mucho que se escriba sobre el tema de la Guerra Civil, nunca será demasiado. Es necesario conocer con todo detalle lo que se ocultó, lo que se falseó, no sólo durante tres años, si no durante todo el franquismo.
Gracias Carmina.