lunes, noviembre 09, 2009

Sor Felicidad, de Serón, en Valldonzella


Caminaba por la zona alta de Barcelona en busca de la Torre Castanyer, donde Machado pasara sus últimos días en España, que es lo mismo que decir sus últimos días en la vida. Quería recordar que por esas calles estaba el monasterio moderno de Valldonzella, el medieval, en la Creu Coberta, hace siglos que desapareció. En él, el antiguo, descansaban los reyes de sus viajes antes de entrar a Barcelona a través de las murallas. En él, murió el rey Martí el Humano, dejando huérfano de dinastía catalana a su reino. Y en él, también, se encerró su última esposa, la preciosa Margarida de Prades.
El nuevo Valldonzella, construido a principio del siglo XX, de estilo modernista, está ubicado a los pies de la montaña del Tibidabo, concretamente en la calle del Císter, a cuya orden pertenecen las monjas que lo habitan. Es un edificio magnífico, ocupada una de sus alas por la Rectoría de la Universidad Ramon Llull.
He de confesar que me gusta mucho el clero regular, ajeno a los tejemanejes del secular, con sus propias normas, orando y laborando en la paz intramuros. Así que llamé al torno para pegar un poco la hebra con alguna sor. Me abrió una de ellas, de par en par, y ante mi extrañeza porque no se parapetaba tras el torno giratorio, le pregunté si eran de clausura. Ella me dijo que los monasterios nunca se concibieron como cerrados y con verjas, que eso lo fue haciendo el ser humano, al entrar en los conventos gentes poco convencidas, o por imposiciones de padres, tutores y reyes. Desde hace años, las vocaciones lo son de verdad, y para permanecer dentro no necesitan rejas. La Comunidad se dedica a la encuadernación.
Todo esto me lo contaba sor Felicidad González Hernández. Le dije que venía de Soria. “¿De dónde dice que viene?”. “De Soria”, repetí. “Yo soy soriana, de un pueblo pequeño cerca de Aragón, que probablemente no conocerá”. “Dígame el nombre, seguro que lo conozco”. Sor Felicidad es de Serón de Nágima, pero lleva mucho tiempo en Valldonzella, y va pocas veces a su pueblo natal. Ha sido abadesa durante dieciocho años.
La diáspora soriana hace que encontremos paisanos por todas partes, y muchos de ellos en cargos importantes. Le prometí a sor Felicidad volver a visitarla y llevarle algún libro de su tierra.

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