Para
muchos el año ha acabado bien. La noticia de la identificación –oficial- de los
asesinos del cantante chileno Víctor Jara es una muy buena nueva. Cierto que
han transcurrido cuarenta años desde aquel 1973, pero casi el doble han pasado
desde el asesinato de García Lorca y ni tan siquiera se han podido recuperar
sus restos, como los de miles y miles de asesinados anónimos en la guerra civil
española que duermen el sueño de los justos en las cunetas y valles de esta
España nuestra.
La década
de los años setenta es bien recordada por la gente de mi generación. Tal vez
todo empezó en mayo de 1968 en París, esa ciudad y esa fecha mítica, donde todo
intelectual que se precie, ya sea facha refacha, incluso fascista, estuvo allí
(o así lo coloca en sus numerosas autobiografías, pues ya se sabe que ellos
consideran sus vivencias, verdaderas o inventadas, lo más interesante del mundo)
levantando adoquines y soportando cargas de la policía, que las hubo y en
abundancia.
Los años
setenta son aquellos en los que pudimos ver a Barbra Streisand (quien por
cierto, y con mucho acierto, nunca se ha operado su apéndice nasal de judía) y a
Robert Redford interpretando magníficos papeles en Tal como éramos, y Federico
Fellini dirigió Amarcord.
Fue en
la música donde los jóvenes contestatarios echaron el resto. Los años setenta
fueron los tiempos de la Nueva Trova Cubana; de la Nova Canço que dio al mundo
L’estaca, de Lluis Llac, himno antifranquista; y de la Nueva Canción Chilena,
con grupos como Inti-Illimani, Quilapayún (¡aquella cantata de Santa María de
Iquique que escuchábamos en un tocadiscos pequeño comprado a plazos en el
Círculo de Lectores!) y, especialmente, del cantautor Víctor Jara, y su Te
recuerdo Amanda, dedicada a una pareja de obreros, para la que utilizó el
nombre de su hija. Fue la década de muchos más acontecimientos, pero quiero
detenerme en estos. Ah, también fue, lamentablemente, la década de Julio
Iglesias, que sigue, impertérrito, momificado y mal operado, martirizando los
oídos de las gentes de buena fe que no llegan con la suficiente presteza a
cambiar el dial de la radio, son sólo segundos, pero se hacen eternos. Y he de
hacer un inciso local y decir, una vez más, que en Soria disfrutamos de un
grupo a quienes siempre que les escucho me recuerdan a aquella época, me
refiero a Zafra-Folk. Lo que sucede es que a veces queremos trascender lo local
y caemos, en picado, en el catetismo patético.
Para
mí (perdón por la referencia personal) fue esa la década más feliz de mi vida,
pues en ella nacieron mis tres hijos, y concretamente 1973 fue el año en que vio
la luz mi primogénito. Para Víctor Jara, en cambio, fue el año de su muerte, de
su asesinato.
El general
Pinochet, ese bulldog con mirada asesina que trataba de medio ocultar tras unas
gafas de sol, se levantó contra el gobierno constitucional de Salvador Allende,
como han hecho a lo largo de los siglos los botazas repugnantes de tantos
países. Las armas son las que tienen el poder, y quienes las poseen, poseen
también la tierra y la vida de aquellos que tratan de enfrentárseles, de una u
otra manera. Contra las armas no existe antídoto, y si existiera no daría
tiempo de aplicarlo, las armas matan y eso fue lo que hizo uno de los hijos de
puta más grandes que ha dado la historia, matar a miles de chilenos que no
pensaban como él y los suyos.
En el
Estadio de Chile, que hace ya años lleva el nombre de Víctor Jara, fueron
dirigidos, entre otros muchos, los profesores y estudiantes de la Universidad
Técnica del Estado, donde Víctor era profesor. Allí le torturaron brutalmente y
le dirigieron las balas, cuarenta y cuatro impactaron, con una hubiera sido
suficiente, pero descargaron contra él y otros, todo el odio que la gentuza
ruin y depravada es capaz de sentir por alguien que se atreve a enfrentarse a
ellos. El ampararse, como los argentinos hicieron en su día, en que cumplían
órdenes, no les redime ni una pizca de responsabilidad, el número de disparos
habla de ello, de que lo hicieron a gusto y con saña.
Hugo
Sánchez Marmonti, Pedro Barrientos Núñez, Roberto Souper Onfray, Raúl Jofré
González, Edwin Armando Roger Dimter Bianchi “el Príncipe”, Nelson Hasse Mazzei, Luis Bethke Wulf, Jorge
Eduardo Smith Gumucio. Unos dispararon, otros ordenaron, y por encima de todos
ellos el perro Pinochet. El juez que ha ordenado el procesamiento es Miguel
Vásquez.
El asesinato
fue el 16 de septiembre de 1973.
Justicia
para Víctor Jara y cárcel para los asesinos, que lo dudo.
2 comentarios:
Muy buena memoria la tuya, Isabel. De memoria, precisamente, es de lo que andamos escasos. Al menos, en Chile intentan hacer justicia. Aquí vamos por otra onda. Paquillo Pajero
P.D. ¿Qué ha pasado con los comentarios del antepenúltimo artículo? Lo digo porque el primer comentario me lo han alterado y los demás parecen fruto de un virus. (?)
Gracias Paquillo. Lo de la alteración del comentario no tengo ni idea, y lo otro serán virus. Creo que he logrado borrarlos.
Saludos
Isabel
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