martes, octubre 14, 2014

Judes, viejos caminos



El mes de octubre en Soria, con el otoño adolescente, todavía la tierra caliente y preparada para dar los frutos tan apetecidos, es para mí el más hermoso de todos los meses. El elegido para las salidas por puro placer. Se olvida una de los desfachatados políticos. De los sinvergüenzas de las tarjetas negras como su conciencia. De la Santa Constitución, que parece creada para complicar la vida de los ciudadanos. Del bombardeo mediático intensificado antes de cada una de las convocatorias electorales. De la desfachatez de laboratorios y farmacéuticas que investigan a toda velocidad para combatir un virus en Europa que ya ha matado a miles de personas en el Tercer Mundo.
Y ya es difícil olvidar todo eso por unas horas, pero si el destino elegido es el Sur de la provincia, las sabinas de la Sierra del Solorio, el pueblo de Judes y, principalmente los amigos que allí viven de vez en cuando, Pilar, Valentina y Santi, con seguridad que se consigue. Luego se vuelve a la podredumbre, pero eso lo lleva implícito el acto mismo de vivir en este mundo que se nos cae a pedazos.
Parece difícil que después de los años todavía se puedan descubrir rincones maravillosos en Judes, pero así es. Monte a través, el Moncayo al frente, Beratón vislumbrándose (parece increíble, pero son cosas de la altura), y los viejos caminos señalados por Santi, que a mí se me antojan (tanto ellos como las enormes piedras que los delimitan, y otras que parecen colocadas por titanes) restos de un castro. Pero, como se lamenta mi amigo, nadie investiga esa zona de Soria tan interesante. Es lo que tienen los pueblos frontera, que son sugestivos, tienen más interés que otros, pero nadie se emplea a fondo en la investigación de ellos. Y eso, que nos roba el conocimiento, va creando a la vez un halo de misterio, será por eso que durante toda la excursión se fue afianzando la creencia de que pisábamos sobre un castro.
A la salida del monte, a orillas de la fuente Farzazosa o de Farzazoso, cuya agua cura afecciones de la piel, suministra barro para hacer figuritas, me dice Pilar, y a su vera se destilaba espliego, en ese paraje, la tierra se va preparando para recibir la sementera.
Y un poco más tarde, Pilar esperándonos con el banquete ceremonial y de agasajo. Y las nogueras lanzando nueces a la orilla misma de otro viejo camino.

Doce habitantes. ¡Estos sí que son los señores de la tierra! Aunque estoy segura que preferirían compartirla. Judes, cruce de caminos con hospital (en su día) para transeúntes, caminos que unían, que unen, tres provincias. Pueblo frontera y, por eso, evocador y misterioso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonitos comentarios. Una pregunta, ¿desde Judes se ve Beratón?

Isabel Goig dijo...

Desde Judes, si el ambiente está limpio naturalmente, se ve el Moncayo, a su falda, como una manchita clara, Beratón, y casi toda la provincia. Parece increíble, pero es así.
Saludos
Isabel Goig

julio donoso dijo...

Soy nacido en Judes.Lo abandone en noviembre de 1972,despues de disfrutar 21 años de esas maravillosas vistas ,a las que hace referencia Isabel. Especialmente los 7 ultimos años,que estuve inenterrumpidamente de pastor. Cuando este querido pueblo ya estaba quedando, practicamente abandonado.
Apesar del tiempo trascurrido,no renuncio avolver a seguir disfrutando de su pureza y belleza. Si Dios me permite seguir en mi jubilacion.
me ha gustado, lo que has escrito de mi pueblo Isabel.Que lastima no tener referencias de su historia.
Saludos a todos mis paisanos de corazon. jdonosob@telefonica.net