domingo, octubre 29, 2006

La "crida" de Sant Joan


Cuando conozco un lugar que me llega al alma no puedo evitar compartirlo. Esto (como es el caso de los pueblos deshabitados de Tierras Altas, en Soria) hace que nos pidan rutas y mapas, y tanto mi hermana como yo nos resistimos a veces, como si lo descubierto fuera algo propio y temiéramos su destrozo, aunque finalmente acabamos haciendo las rutas. Pero esto es un blog, no un web, toda la isla de Mallorca está adecuadamente habitada, por lo que la población se dedica a vivir y no a curiosear por Internet y, lo definitivo, yo no soy Lucía Etxebarría, quiero decir que no anda por ahí la gente viendo qué opino de tal o cual lugar.
Dicho esto, y considerando que los turistas buscan en Mallorca las calas, el sol, los chiringuitos caros y, a poder ser, ver de echar un ojo a alguien de la monarquía, la nobleza y/o ricos con yates de impresión, diré que la comarca de Mallorca conocida como Es Pla es, para mi gusto, la más auténticamente mallorquina, sin temor a que los turistas vayan a molestar a los pacíficos, hospitalarios y amables habitantes de Es Pla.
Hasta ahora, todo lo que he conocido de la isla de Mallorca me gusta. Será porque las dos veces he ido en época de no-turistas. La Sierra de la Tramontana, las calas, la sobrasada, el butifarró, el camaiot, los higos secos, las alcaparras, las guàtlleres que cenamos en Son Bascos (sobre todo esto me ilustra mi amiga Marguelide, de Petra), el gótico, el vino, en fin, todo mezclado, hasta las possesions.
Pero Es Pla me parece que debe ser la esencia de la Mallorca rural, lo que ha sido siempre esta isla, rural, hasta que hace cuarenta o cincuenta años se dedicó al turismo. Es Pla no es turista, por fortuna, es una zona para el visitante, con lo que se puede disfrutar del mundo cuasi arcaico y, a pocos kilómetros, darse un baño en la playa, o ir de excursión a la Sierra de Tramuntana, o acudir a Ciutat para empaparse bien de monumentos y yates.
Buñuelos de patata en Sineu, cerámica útil y a buen precio en Muro, viejos molinos que han perdido la madera de las aspas, otros muy bien conservados, edificaciones de piedra para guardar las herramientas, norias, ovejas, olivos y árboles frutales, adornan los campos de esta comarca, por donde, de vez en cuando, aparecen cerdos negros que serán sacrificados por San Martín, como corresponde. Sobre todo ello sobresalen las torres de magníficas iglesias de exterior barroco e interior de crucería, o monumentos como el de Petra a fray Junípero Serra, originario de ese lugar.
Y puede suceder, como de hecho sucede, que estando hablando tranquilamente con Marguelide en el enorme salón de su casa, en Sant Joan, con la torre de la gran iglesia a pocos metros, se escuchen los sones de una jota mallorquina seguidos de un toque militar, tres veces. Es una señal que no voy a descubrir aquí. Es una crida, una llamada de atención, una forma de comunicarse que sólo ellos entienden.
Si a esos toques le sigue después la voz del alcalde, es para comunicar algo de interés, para pregonar una conferencia, una exposición, o cualquier otro acto cultural.
Se trata de una forma ancestral (a excepción del altavoz y las nuevas tecnologías), de conectar con los vecinos, sustituyendo al bando escrito, relativamente moderno. Es la forma de dar noticias de interés local que se mantiene, en su esencia, y que en otros lugares lo hace –lo hacía- el pregonero a toque de instrumento de viento. Y es, en definitiva y en el pueblo de Sant Joan de Es Pla de Mallorca, un sistema de signos o formas del lenguaje, que se inscribe en el campo de la semiótica o de la semiología, según las corrientes lingüísticas que se consulten. Un lenguaje que, cuando no hay voz, sólo ellos entienden.

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