“La vida es tan corta que no da para más. Hasta siempre, compañeros”. Eso puede leerse en la esquela del señor Mónico Vicente García. Pienso que lo dejó escrito él, pero si no es así, las hijas han acertado, igual que lo han hecho sus compañeros del Partido al cantar la Internacional antes de la incineración y al leer poemas de Machado, también Mónico se ha marchado “ligero de equipaje”.
Sólo hablé con él una vez, hace pocos días, por lo tanto, humanamente, no puedo opinar por mí misma. Hay, no obstante, un dato objetivo, sólo he escuchado hacia él –y no después de muerto- palabras de alabanza. Alguien, medio susurrando, también ha dicho “era muy comunista”, como si eso fuera algo reprochable. Han dicho que era honesto e íntegro. ¡Casi nada! En una sociedad donde lo que prima es el dinero, él vivió toda la vida en su modesta casa de la Barriada. Entre energúmenos que cambian de chaqueta según cálculos de probabilidades para ocupar más cómodos sillones, él se mantuvo siempre fiel a su Partido Comunista, diciendo a quien quisiera escucharle, que de esa agrupación habían salido siempre las mejores consignas para luchar contra el fascismo.
Honestidad y Honradez y Valor. Porque hay que tenerlo para, en una ciudad castellana y levítica de los años sesenta y setenta, luchar por el sindicalismo, luchar por las libertades, y exponserse a ser detenido, como sucedió varias veces, la última en 1972, cuando fue condenado a tres años de prisión.
Entre niquelado y niquelado de su taller de la calle Numancia, Mónico Vicente y sus correligionarios preparaban el camino, desbrozaban los obstáculos para que otros, después, pudieran transitarlo libremente. Hombres y mujeres de una sola pieza, que se quebraban pero no se doblaban. Y junto a esos hombres como Mónico, seguro que había una gran mujer que le solucionaría los problemas cotidianos mientras él era encarcelado una y otra vez, sólo, únicamente, por defender las libertades.
Participó en la sociedad aportando su experiencia y su buen hacer, siendo secretario de CCOO –el primero de Soria tras ser legalizado-, siendo concejal del Ayuntamiento de Soria por el Partido Comunista, y creando la Asociación de Vecinos de la Barriada, donde fue tesorero. Y al final de su vida seguía viviendo en la misma casa humilde y sencilla, decorada con una foto del Guernika y un cartel del Partido.
Digno ejemplo. “La vida es tan corta que no da para más”. Hasta siempre, Mónico.
Sólo hablé con él una vez, hace pocos días, por lo tanto, humanamente, no puedo opinar por mí misma. Hay, no obstante, un dato objetivo, sólo he escuchado hacia él –y no después de muerto- palabras de alabanza. Alguien, medio susurrando, también ha dicho “era muy comunista”, como si eso fuera algo reprochable. Han dicho que era honesto e íntegro. ¡Casi nada! En una sociedad donde lo que prima es el dinero, él vivió toda la vida en su modesta casa de la Barriada. Entre energúmenos que cambian de chaqueta según cálculos de probabilidades para ocupar más cómodos sillones, él se mantuvo siempre fiel a su Partido Comunista, diciendo a quien quisiera escucharle, que de esa agrupación habían salido siempre las mejores consignas para luchar contra el fascismo.
Honestidad y Honradez y Valor. Porque hay que tenerlo para, en una ciudad castellana y levítica de los años sesenta y setenta, luchar por el sindicalismo, luchar por las libertades, y exponserse a ser detenido, como sucedió varias veces, la última en 1972, cuando fue condenado a tres años de prisión.
Entre niquelado y niquelado de su taller de la calle Numancia, Mónico Vicente y sus correligionarios preparaban el camino, desbrozaban los obstáculos para que otros, después, pudieran transitarlo libremente. Hombres y mujeres de una sola pieza, que se quebraban pero no se doblaban. Y junto a esos hombres como Mónico, seguro que había una gran mujer que le solucionaría los problemas cotidianos mientras él era encarcelado una y otra vez, sólo, únicamente, por defender las libertades.
Participó en la sociedad aportando su experiencia y su buen hacer, siendo secretario de CCOO –el primero de Soria tras ser legalizado-, siendo concejal del Ayuntamiento de Soria por el Partido Comunista, y creando la Asociación de Vecinos de la Barriada, donde fue tesorero. Y al final de su vida seguía viviendo en la misma casa humilde y sencilla, decorada con una foto del Guernika y un cartel del Partido.
Digno ejemplo. “La vida es tan corta que no da para más”. Hasta siempre, Mónico.
10 comentarios:
Yo no lo conocí personalmente, pero tengo las mejores referencias de Mónico, que coinciden con lo aquí expuesto: un hombre austero, honrado, íntegro y valiente. Porque, sin duda, había que ser valiente para luchar por la libertad en plena dictadura y en una ciudad tan pequeña y acomodada como Soria. Y lo hizo para que los demás disfrutaran de una sociedad mejor y más justa. Y una reflexión, ¿qué beneficio personal obtuvo a cambio? Material no, sin duda. Quizá la íntima satisfacción de contribuir con su ejemplo a la libertad que ahora disfrutamos. Descanse en paz.
Aunque Mónico no fue un político profesional -vivía de su trabajo honrado- habría que decir a los que hablan con tanta ligereza: "NO TODOS LOS POLÍTICOS SON IGUALES". A ver qué prebendas tuvo este señor. Gracias, Mónico.
A esos que susurran "era muy comunista" he de decirles que dónde estaban ellos durante la dictadura. Seguro que escondidos como ratas o, lo que es peor, simpatizando con el dictador.
Honradez, integridad, valor... De los que no anda sobrada nuestra sociedad, precisamente. Gracias, Mónico.
Yo sí conocí a Mónico. Por la foto veo que siguió con su bigote hasta el final. Me dijo una vez que si los obreros no nos ayudábamos entre nosotros, los de arriba no lo harían nunca. Su mujer se llamaba Carmen. Fue una gran persona. Descanse en paz.
La vida será corta, pero tú diste mucho de ti. Hasta siempre, Mónico.
Gracias Isabel, ya veo que te dio tiempo a ir a la incineración y dedicarle unas emotivas palabras al compañero Mónico.
Bueno, bueno... sería humano y tendrían tentaciones. Tal vez alguna le tentó...
Las personas que han sido coherentes y fieles a sus principios deberían servir de ejemplo a todos, sean cuales sean nuestras ideas.
A uno que le gusta el fútbol y que le alegra que suba a 1ª el Numancia, le da cierta grima que Soria parece que sólo vive para el fútbol. Cuántos inundan los blog deportivos y qué pocos se hacen eco de un hombre que dio lo mejor de sí mismo por Soria y sus paisanos. Sinceramente, Soria es más paisaje que paisanaje, que deja mucho que desear.
Publicar un comentario