domingo, octubre 31, 2010

Un penoso deber

Por Antonio Ruiz Vega

Últimamente me ha tocado hacer tres necrológicas casi seguidas (que recuerde: la de Dámaso Santos Amestoy, la de Ulises Blanco y la de José Antonio Labordeta), lo cuál, a mi edad, comienza a ser preocupante. Los antedichos eran mis amigos, pero también se mueren quienes no lo fueron. No es el caso de Miguel Moreno y Moreno, que acaba de fallecer. Quiero decir que no era mi enemigo, al menos no mi enemigo personal, aunque sí me declaro aquí y ahora enemigo de lo que representaba y de lo que fue en vida.
Puede que desde un punto de vista piadoso lo mejor sea callar ante una persona que ya no está entre nosotros y que, como todo el mundo, tendrá familiares, amigos, etc. que le aprecien y lloren. Pero es que Miguel Moreno y Moreno, además de una persona es un símbolo y es al símbolo al que yo ahora quiero referirme.
Quienes sufrimos la pasada dictadura le achacamos (aparte del retraso social, cultural y económico al que sometió al país) el envilecimiento espiritual de todo un pueblo. Las demás lacras, con el tiempo, han ido desapareciendo o nivelándose, pero la condición servil de los españoles continúa siendo la misma, aproximadamente.
Podríamos decir que Franco nos emasculó (a unos más que a otros) e implantó entre nosotro un espíritu de servidumbre voluntaria que no lleva camino de desaparecer. Decía Manuel Azaña que la libertad no hace mejor al hombre, lo hace, sencillamente, hombre. Por la misma razón su ausencia le impide serlo.
Cuarenta años de represión nos hicieron peores, nos hicieron acostumbrarnos a la humillación, nos ahormaron a los caprichos de la autoridad. Cambiaron nuestra condición taurina (a la manera que quería Miguel Hernández) por la ovina, que tanto lamentaba don José Ortega y Gasset.
Aquella época, de una mediocridad insufrible, no hubiera podido existir de no ser por toda una clase social que se encumbró y medró a la sombra del dictador. Aquello que se llamó –años después- el franquismo sociológico. Fue la complicidad de cientos de miles de personas la que permitió que el franquismo se extendiera y fuera interiorizado –como lo ha sido- por la masa social. Porque ninguna dictadura puede durar 40 años sólo por la fuerza. Incluso el mismo Franco (asesorado no sabemos por quien) llegó a decir que aspiraba no sólo a vencer, sino a convencer.
Y este “convencer” es quizá lo más ominoso de la dictadura, porque para conseguirlo tuvo que maniatar a la disidencia, abolir la libertad de expresión y dejar hablar sólo a los de su cuerda. Fue ese gota a gota de permeación totalitaria la que algunos llevaron a cabo durante años, décadas enteras. Mientras tanto los demócratas teníamos que callar y cuando nos atrevíamos a alzar la voz, se nos silenciaba por la fuerza. Así se fue creando una imagen, una idea de España que, en buena medida, sigue vigente.
Cuando otras dictaduras terminaron sus publicistas fueron a menudo ejecutados sólo por serlo (Rosenberg en Alemania, Brasillach o La Rochelle en Francia, y eso que eran grandes escritores). Aquí el dictador murió en la cama y sus adláteres pudieron reciclarse en demócratas sin que nadie les persiguiera ni molestara.
Que yo sepa pocos o ninguno pidió perdón por haber sido el vocero de los sayones.
Personas sin las que el franquismo no hubiera podido seguir existiendo y funcionando van a pasar a la historia como poco menos que adláteres de la democracia. Recordemos a Gabriel Cisneros del que ya nadie conoce su clara trayectoria fascista. Mientras los verdaderos demócratas sufríamos la violencia policial, la cárcel o la preterición social otros desarrollaron una carrera profesional exitosa.
Creo que decir esto era mi deber.

Antonio Ruiz Vega

4 comentarios:

Anónimo dijo...

si repasamos la historia todos los fascistas de este pais que luego se hicieron democratas de toda la vida, ha vivido no bien, sino muy bien, algunos con verdaderas fortunas que esconden, no como los nuevos ricos. Este hombre fue de bueno en sus últimos años para intentar disfrazar su pasado de falangista y jefe del correccional.

Anónimo dijo...

Luis de la Merced, Virgilio Velasco, Sara San José... ¿sigo con nombres de antiguos falangistas reciclados?, pero eso fue asi en toda España, cuando se acabó la Falange como único partido ellos todos y todas se hicieron muy demócratas, más que nadie, y a vivir, que son dos días.
Rubén

Manuel de Soria dijo...

No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo, o sea, si apoyas un régimen dictatorial no puedes ir luego de demócrata como si no hubiese pasado nada. En Soria son muchos más de los que cita Rubén. Y, por muy bien que les ha tratado esta democracia que tenemos, ninguno ha tenido la dignidad de abjurar de aquella ignominiosa dictadura que apoyaron, apuntalaron y fortalecieron en su día -e incluso algunos añoran- como muy bien expresa el siempre impagable Antonio Ruiz Vega. Qué diferencia de este contubernio de "franquistas reciclados en demócratas de toda la vida" de aquel hombre íntegro como Dionisio Ridruejo que tuvo la valentía de hacerle frente al dictador. En fin, así se escribe la historia.

Anónimo dijo...

Gabriel Cisneros ya fue "santificado" cuando la Constitución, así lo hicieron intocable, como a Fraga y Carrillo, los otros fueron de verdad los prestigiosos, como Jordi Solá Tura. Este hombrecillo, el Moreno, fue un personajillo pequeño que quiso ser alguien en una provincia pequeña, nada más, y nada menos