domingo, diciembre 18, 2011

Adela y el día de la mujer trabajadora



Allí estaban las mujeres reivindicando sus derechos en el día de la Mujer Trabajadora. Y mira que hacía frío, pero ellas inasequibles al desaliento, como debe ser. Adela, con sus ochenta años a cuestas, las miraba desde una esquina de la plaza de Herradores y a punto estuvo de unirse, pero no se atrevió, así que buscó un sitio en un banco, del que tuvo que echar casi a garrotazos a un grandullón de catorce años, más o menos.
Adela las miraba embelesada y, como era malhablada hasta pensando, soltaba unos redioses internos que temblaba el banco. ¡Si en mi época hubiera existido esto de las manifestaciones cuántas penalidades nos hubiéramos ahorrado, rediós! Viuda desde los treinta y cinco años, cinco hijos, treinta ovejas, dos cabras, tres cochinos, dos mulos, el huerto, y gracias a que las pocas tierras las tenía arrendadas ¡Me cachi en la bilórdiga! Y pasado el tiempo la madre se trasladó a su casa para ser cuidada, después el suegro. ¡Dieciocho horas al día de trabajo! Contadas ¿eh? Contadas. Día a día, hasta que los chicos fueron creciendo, pero claro, había que dejarles ir a la escuela, a la chica mayor se le ocurrió ser enfermera y se vino a la capital, luego a la pequeña le gustó ser maestra y a solicitar becas, y a Soria también.
Y Adela del huerto al prado, de la dehesa a las cuadras, de la matanza a echar en olla, ordeñar, llevar las cántaras de leche al cruce, cocinar, fregar, coser, preparar la comida de los peones, en fin, y hasta poner los cirios para que el santo se apiadara de las cosechas.
¡Jobar! Míralas qué majas, con sus pancartas y todo, qué valientes. A algunas de estas pobres el marido les habrá puesto la mano encima. Ella no tuvo que sufrir eso. Se miraba las manos, todavía gastadas, la piel frágil y casi transparente. Claro, de restregar ropa en el lavadero. ¡Menuda pulmonía pilló una vez! Desde entonces lavó siempre en una pila que le colocaron sus hijos en el patinejo. Y siendo ya mayor, más de sesenta años tenía, le quitó a su cuñado (el muy cabrito), unas hectáreas que le llevaba en renta y de las que no vio un duro en diez años. Y ella, con más agallas que nadie, se subió al tractor y las cosechó, y al año siguiente también, y al otro…
A los sesenta y cinco años los tres hijos varones le dijeron que debía retirarse, cobrar la jubilación y cederles a ellos las tierras. ¿Y cuánto cobraré? preguntó Adela. Cuando le dijeron la cantidad casi lloró de pena. Bueno, les dijo, me pasáis algo de renta de las tierras. Y los hijos torcieron la boca y las nueras iban a abrirlas, pero las cerraron a tiempo. Ellas conducían, pero no tractores. Lavaban, pero no a mano. Fregaban en lavavajillas. No tenían animales, ni huerto, ni padres que cuidar, pues les habían metido en una residencia de ancianos, e hijos ¡ah! hijos, uno por pareja.
Se informó bien y les propuso una comunidad de bienes en la que ella conservara una parte igual a la de los hijos. Y torcieron también la boca. Pues nada, les dijo, la hacienda mía hasta que la diñe.
Bueno, pensó mientras las manifestantes se retiraban, no me salió mal la vida para haberlo hecho todo sola. Pero si tuviera unos años menos…, ahí estaba con ellas, vaya que sí.

2 comentarios:

Manuel de Soria dijo...

Todo un delicioso trabajo de... ¿etnología? o de mujeres con redaños, que haberlas haylas, a pesar de las frivolidades de las Bibianas de turno que socapa de la defensa de la mujer, han caído en el esperpento de miembres y miembras desfigurando una realidad a las que estas inconsecuentes son ajenas. El caso es medrar a costa de la mujer y del erario público, por supuesto. Brava mujer esta Adela, sin duda. Chapeau para las "adelas" de estos lares. A ver si proliferan por los países de los muslimes, que lo necesitan.

Manuel de Soria dijo...

Todo un delicioso trabajo de... ¿etnología? o de mujeres con redaños, que haberlas haylas, a pesar de las frivolidades de las Bibianas de turno que socapa de la defensa de la mujer, han caído en el esperpento de miembres y miembras desfigurando una realidad a las que estas inconsecuentes son ajenas. El caso es medrar a costa de la mujer y del erario público, por supuesto. Brava mujer esta Adela, sin duda. Chapeau para las "adelas" de estos lares. A ver si proliferan por los países de los muslimes, que lo necesitan.