La Justicia, el trato justo, la rectitud, la equidad, la ética…, ha supuesto siempre para el hombre una cierta seguridad en que los hombres, las altas jerarquías, iban a ser capaces de dar con una solución justa a los problemas que ellos no podían resolver. Hasta el más humilde de los vasallos, en la Edad Media, acudía a los señores o sus representantes, en la confianza de que su caso iba a ser visto sólo con los ojos de lo justo.
Todo es susceptible de perfeccionarse con el tiempo. Lo que en un principio fueron las Tablas de Moisés, con un articulado elemental, pero claro y comprensible, con el paso de los siglos se ha ido complicando de tal forma, que códigos, leyes y articulados han venido a hacer de la vida un ovillo difícil de desentrañar. Menos mal que los ciudadanos de a pie no conocemos todas estas leyes y caminamos por la vida más o menos tranquilamente, tal vez, de conocerlos a fondo, no nos atreveríamos ni a salir a la calle por miedo a delinquir a cada paso.
Al margen de ironías, creo que lo que todo ciudadano espera de la Justicia es que sea apolítica. Pero claro, como diría Platón, una cosa es la Justicia en sí y otra las personas que las imparten, hombres y mujeres al fin y al cabo, sombras que se ven pasar desde la caverna. No se le puede exigir a un juez o a un fiscal, que siendo uno se convierta en lo contrario por arte de la toga. Debe ser muy difícil, pero no imposible.
Este debe ser el quid de la cuestión, la dificultad para dejar de ser hombre y convertirse en juez puro. Debe ser este y no otro el motivo por el cual los dos grandes partidos españoles están dando la nota con el Tribunal Constitucional. Por si acaso la Sagrada Constitución no tuviera ya a algunos ciudadanos algo cansados, al no comprender que, por Sagrada, sea intocable, viene la composición del Tribunal, creado a fin de dilucidar si es o no constitucional lo que se legisla, a crear un malestar y una certidumbre de que la Justicia no es apolítica. Debiendo serlo por ley, ya que, junto con los poderes legislativo y ejecutivo, el judicial debe ser, y aparecer, libre de contaminación.
Desde el momento en que este tribunal es elegido por Congreso, Senado, Gobierno y Consejo General del Poder Judicial, se ve, de forma diáfana, la confianza que los políticos tienen en los magistrados. Por que si existe un C.G.P.J., cuya única función es velar por la independencia de todos los jueces y magistrados ¿cuál es la razón de que el gobierno de turno les nombre? ¿cuál es la razón de que, debiendo ser independientes, interpretan de forma distinta la Constitución unos u otros?
Son preguntas con respuesta obvia, por desgracia. Y así las cosas, tirándose a la cabeza los magistrados los dos grandes partidos, visto que la independencia en el tercer poder es inexistente, se llega a una segunda conclusión, España, de seguir esto así, será un Estado judicial, o como se llame, donde el valor del voto de los ciudadanos será nulo, toda vez que, si se vota teniendo en cuenta el programa de cada partido, se legisla –más o menos- según esa programa, pero al partido de la oposición –en este caso el Popular que como buena gente de derechas no se resigna a dejar el poder- recurre al Tribunal Constitucional, cada ley que se ejecuta puede ser devuelta a las cámaras.
Esto, paradógicamente, sólo pueden arreglarlo los jueces y magistrados no entrando al trapo, porque está visto que el seso de los políticos es más ineficaz que el de una gallina.
Todo es susceptible de perfeccionarse con el tiempo. Lo que en un principio fueron las Tablas de Moisés, con un articulado elemental, pero claro y comprensible, con el paso de los siglos se ha ido complicando de tal forma, que códigos, leyes y articulados han venido a hacer de la vida un ovillo difícil de desentrañar. Menos mal que los ciudadanos de a pie no conocemos todas estas leyes y caminamos por la vida más o menos tranquilamente, tal vez, de conocerlos a fondo, no nos atreveríamos ni a salir a la calle por miedo a delinquir a cada paso.
Al margen de ironías, creo que lo que todo ciudadano espera de la Justicia es que sea apolítica. Pero claro, como diría Platón, una cosa es la Justicia en sí y otra las personas que las imparten, hombres y mujeres al fin y al cabo, sombras que se ven pasar desde la caverna. No se le puede exigir a un juez o a un fiscal, que siendo uno se convierta en lo contrario por arte de la toga. Debe ser muy difícil, pero no imposible.
Este debe ser el quid de la cuestión, la dificultad para dejar de ser hombre y convertirse en juez puro. Debe ser este y no otro el motivo por el cual los dos grandes partidos españoles están dando la nota con el Tribunal Constitucional. Por si acaso la Sagrada Constitución no tuviera ya a algunos ciudadanos algo cansados, al no comprender que, por Sagrada, sea intocable, viene la composición del Tribunal, creado a fin de dilucidar si es o no constitucional lo que se legisla, a crear un malestar y una certidumbre de que la Justicia no es apolítica. Debiendo serlo por ley, ya que, junto con los poderes legislativo y ejecutivo, el judicial debe ser, y aparecer, libre de contaminación.
Desde el momento en que este tribunal es elegido por Congreso, Senado, Gobierno y Consejo General del Poder Judicial, se ve, de forma diáfana, la confianza que los políticos tienen en los magistrados. Por que si existe un C.G.P.J., cuya única función es velar por la independencia de todos los jueces y magistrados ¿cuál es la razón de que el gobierno de turno les nombre? ¿cuál es la razón de que, debiendo ser independientes, interpretan de forma distinta la Constitución unos u otros?
Son preguntas con respuesta obvia, por desgracia. Y así las cosas, tirándose a la cabeza los magistrados los dos grandes partidos, visto que la independencia en el tercer poder es inexistente, se llega a una segunda conclusión, España, de seguir esto así, será un Estado judicial, o como se llame, donde el valor del voto de los ciudadanos será nulo, toda vez que, si se vota teniendo en cuenta el programa de cada partido, se legisla –más o menos- según esa programa, pero al partido de la oposición –en este caso el Popular que como buena gente de derechas no se resigna a dejar el poder- recurre al Tribunal Constitucional, cada ley que se ejecuta puede ser devuelta a las cámaras.
Esto, paradógicamente, sólo pueden arreglarlo los jueces y magistrados no entrando al trapo, porque está visto que el seso de los políticos es más ineficaz que el de una gallina.
7 comentarios:
Con este panorama, ve y dile a los chicos de instituto lo de la separación de poderes ( Niccolò Machiavelli, Maquiavelo para los amigos, dixit) lo de ética, independencia del poder judicial, principios, etc. Algún avispado, y enterado de lo que se cuece por ahí arriba, puede pensar, y es posible que lo diga: "este profe (o profa) es tonto del culo, oye", ¿o no? ¿Qué dice a todo esto la Educación para la Ciudadanía? con la clase política que tenemos ve y dile a la gente no sé qué de valores...
A veces, los gazapos, los lapsus o, incluso,el perder el oremus, no tienen que estar precedidos, forzosamente, por la ingestión de uno o varias cubatas. Que Maquiavelo sentara las bases de la separación de la ciencia política de la moral y la religión, no le hace padre de la teoría de la división de poderes de Montesquieu. Al César... En qué estaría pensando uno. Aunque, dicho sea de paso, algunos políticos actuales y la Curia Romana, no entienden todavía lo de la separación de la política y la religión.
Manuel de Soria, como dice Isabel una cosa son las ideas y otra los humanos, nosotros que tan imperfectos nos ocupamos de darles contenido, los que tienen ideas. En cuanto a lo de la Educación para la ciudadania no se si dira algo de esto, pero estoy deseando de bajar a la capital y comprarme el libro porque la gente habla de todo y de esto también sin tener ni idea. Ya os diré si dice algo de esto. Pero bueno lo del Constitucional es una verguenza de las grandes, creo que la mayor de lo que está sucediendo en España.
Pues claro, Rubén, que las ideas están ahí y los humanos hemos de darles contenido... pero con coherencia, ojo. De eso me quejo: que no es de recibo que los mismos politicos que le están pidiendo a los colegios e institutos que eduquen a los ciudadanos no
parece que crean en lo que predican, soliendo hacer lo contrario de lo que dicen. Y ejemplos los hay a cientos. Si no me equivoco, las leyes educativas, entre ellas la de la Educación para la Ciudadanía, las hace el legislativo, ¿no? Pues eso, que sean coheentes y dejen a los jueces en paz (aunque suene a ingenuidad). No hay mejor educación que la que emana del ejemplo.
Políticos: Dejad a los jueces en paz.
Eso de la educación lo veo muy complicado, porque creo que a los hijos se les debe educar sobre todo en casa. Por otro lado el continuo cambio de las leyes en materia educacional no favorece. Hace años que ninguna parece funcionar.
Los propios jueces deberían tener algo que decir sobre este asunto pues a ellos se les está llamando "vendidos". Si son tan neutrales que digan algo.
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