“Pájaro que vuela a la cazuela”, decían nuestros mayores. Animales que corren al abdomen, más o menos, o a la panza, o al bandullo. En algunos restaurantes, cansados ya de los animales que se crían y se engordan para que los humanos satisfagan sus necesidades, han dado un paso más, y proponen que, en lugar de saciar lo fisiológico con proteínas conocidas, lo hagamos con sabores exóticos.
Empezó con la avestruz y ahora se ofrece al animal humano bisonte, cocodrilo, cebra y canguro. No sé, pero pronto lo explicarán, si se van a criar en cautividad o, directamente, se cazarán, con lo que estos animales pueden ir preparándose para pasar a la lista de desaparecidos en batalla unilateral.
Todo es poco para la voracidad del ser humano del primer mundo, que se aburre, el pobre. Porque no es lo mismo que en la sabana se coman una cebra, los indios se comieran un bisonte o en la selva un cocodrilo, que lo hagan los europeos teniendo, como tienen ya, bastantes animales a su disposición. Tampoco habría nada que decir si estos animales hubieran sido devorados en épocas de hambre, pero este sibaritismo resulta duro de tragar.
Todo lo devora el hombre, “todo te lo tragaste”, que decía Neruda. Digo yo, ¿por qué no nos comemos los insectos tostados, que sobran, los mosquitos de la malaria, que tal vez fritos pierdan su malignidad, o la mosca tsé-tsé?
Por un lado todo es poco para los sentidos de los que componen la sociedad cómodamente establecida y sin problemas, por otro, se pone a disposición de un animal –léase el tiburón de Tarragona- unos equipos que para ellos quisieran cualquier habitante subsahariano.
Decididamente nos aburrimos.
Empezó con la avestruz y ahora se ofrece al animal humano bisonte, cocodrilo, cebra y canguro. No sé, pero pronto lo explicarán, si se van a criar en cautividad o, directamente, se cazarán, con lo que estos animales pueden ir preparándose para pasar a la lista de desaparecidos en batalla unilateral.
Todo es poco para la voracidad del ser humano del primer mundo, que se aburre, el pobre. Porque no es lo mismo que en la sabana se coman una cebra, los indios se comieran un bisonte o en la selva un cocodrilo, que lo hagan los europeos teniendo, como tienen ya, bastantes animales a su disposición. Tampoco habría nada que decir si estos animales hubieran sido devorados en épocas de hambre, pero este sibaritismo resulta duro de tragar.
Todo lo devora el hombre, “todo te lo tragaste”, que decía Neruda. Digo yo, ¿por qué no nos comemos los insectos tostados, que sobran, los mosquitos de la malaria, que tal vez fritos pierdan su malignidad, o la mosca tsé-tsé?
Por un lado todo es poco para los sentidos de los que componen la sociedad cómodamente establecida y sin problemas, por otro, se pone a disposición de un animal –léase el tiburón de Tarragona- unos equipos que para ellos quisieran cualquier habitante subsahariano.
Decididamente nos aburrimos.
4 comentarios:
Descubrir esta página ha sido una de las satifacciones y sorpresas agradables que he tenido en el 2007. Gracias, Isabel, por tus lúcidos artículos. Creo que "Cartas a don Mandonio" debería estar en la cabecera de la página, quizá se conocería más, no sé. Sobre las cebras, qué más se puede decir de la estupidez y el esnobismo que nos invade. Vivimos en una sociedad demasiado superficial y frívola. Y no será porque no haya asuntos más serios de que ocuparse.
El panzón europeo, ahíto y enfermo de comer, busca, como los enfermos sexuales, nuevas cosas que le exciten el paladar y lo otro.
¡Qué pena, cuánto necesitan viajar y ver lo que sucede en el Tercer Mundo.
¿Dónde está la supuesta superioridad del ser humano sobre los animales? Y pensar que llamamos salvajes a las tribus de las selvas... Luego, te das una vuelta por el futuro, esto es por los patios de los colegios a la hora de recreo, y viendo a los nenes ( y nenas, feministas, y nenas) mientras deluten mierda -con perdón- plastificada y envasada te imaginas a sus satisfechos progenitores tan orondos como ellos (y ellas, por supuesto). Pues nada, empezará el pijerío y los "mosdernos" con las cebras y luego puede que se popularice la constumbre por aquello de la igualité y la fraternité. A este paso, nos vamos a comer... una merdé, por gilipollas.
Nos vamos a comer una mierda, con perdón, de seguir así.
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