Hace ya demasiado tiempo que escucho, o leo, decir a personas de distintas edades y condición social, que viendo tal o cual programa de la televisión –ya sea telebasura, fútbol, o corridas de toros- lo que pretenden es evadirse.
He mirado las acepciones que para el término evadir da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Son cinco, a saber: Evitar un daño o peligro. Eludir con arte o astucia una dificultad prevista. Sacar ilegalmente de un país dinero o cualquier tipo de bienes. Escaparse. Desentenderse de cualquier preocupación o inquietud.
Supongo que la mayoría se refieren a la última, desentenderse de cualquier preocupación o inquietud. Podría ser que esto fuera aceptable cuando la evasión dura un tiempo prudencial al día, más una parte de los fines de semana, puentes, vacaciones de verano e invierno, y demás etapas de ocio. El resto, digo yo, habría que dedicarlo precisamente a lo contrario, o sea, a inmersionar en la profundidad de los problemas que vivimos, no ya las clases altas, medias, medias-altas y medias-bajas, sino, por ejemplo, los millones de españoles que todavía viven por debajo del umbral de la pobreza. O los que llegan a nuestras costas en pateras, o los que mueren a decenas en medio del océano. O lo que está sucediendo en el mundo, al lado nuestro, a cuatro pasos como quien dice, donde la gente se mata por centenas, se muere de hambre. Porque, no nos olvidemos, de lo que pasa en el mundo somos responsables todos, unos por acción y otros por omisión. Es como si uno entra en casa, ve a los hijos apaleándose, y en lugar de poner orden, se coloca los cascos y espera que el conflicto se solucione solo.
Por otro lado, este pasotismo, en una sociedad occidental (la que comprende a las clases con los problemas básicos mínimamente solventados) tan absurda, en la que casi nada tiene demasiado sentido, es un acto de negligencia, de desidia y, en muchas ocasiones, de idiotez, porque esa apatía que obliga a la gente a sentarse delante del televisor podría convertirse en un revulsivo contra la absurdez del parte del mundo occidental en el que nos dejamos caer.
He leído mucho sobre la CNT, sobre la República, sobre los obreros, y tal vez porque no tenían televisión (quiero creer que no), la gente se dedicaba a ilustrarse en los ateneos. En Soria había uno, los libros fueron tirados a la calle y quemados, creo que en mitad del Collado, por unos simpáticos señoritos que vestían de azul. Además de eso, asistían a conferencias (hasta Machado dio alguna para ellos), a manifestaciones, representaban obras teatrales, a simpatizar con los problemas de los demás, que consideraban como propios. ¿Alguien recuerda ahora que entonces, estos obreros trabajaban cincuenta o sesenta horas a la semana y sólo libraban los domingos? Pues aún tenían tiempo para educarse y ser solidarios.
Sólo con que cada cual, desde su campo de acción, robara a la evasión, léase jodida televisión, un par de horas al día, e hiciera algo por tratar de solucionar lo que pasa en el mundo, a veces a dos pasos de ellos, el mundo sería mucho más habitable.
Recuerdo el poema de César Vallejo “Un hombre pasa”. Búsquenlo. Está escrito antes de 1938, fecha de su muerte. Voy a recordar sólo un pequeño trozo.
Un albañil cae de de un techo, muere, y ya no almuerza.
¿Innovar luego el tropo, la metáfora?
Un paria duerme con el pie a la espalda.
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien limpia su fusil en la cocina.
¿Con qué valor hablar del más allá?
He mirado las acepciones que para el término evadir da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Son cinco, a saber: Evitar un daño o peligro. Eludir con arte o astucia una dificultad prevista. Sacar ilegalmente de un país dinero o cualquier tipo de bienes. Escaparse. Desentenderse de cualquier preocupación o inquietud.
Supongo que la mayoría se refieren a la última, desentenderse de cualquier preocupación o inquietud. Podría ser que esto fuera aceptable cuando la evasión dura un tiempo prudencial al día, más una parte de los fines de semana, puentes, vacaciones de verano e invierno, y demás etapas de ocio. El resto, digo yo, habría que dedicarlo precisamente a lo contrario, o sea, a inmersionar en la profundidad de los problemas que vivimos, no ya las clases altas, medias, medias-altas y medias-bajas, sino, por ejemplo, los millones de españoles que todavía viven por debajo del umbral de la pobreza. O los que llegan a nuestras costas en pateras, o los que mueren a decenas en medio del océano. O lo que está sucediendo en el mundo, al lado nuestro, a cuatro pasos como quien dice, donde la gente se mata por centenas, se muere de hambre. Porque, no nos olvidemos, de lo que pasa en el mundo somos responsables todos, unos por acción y otros por omisión. Es como si uno entra en casa, ve a los hijos apaleándose, y en lugar de poner orden, se coloca los cascos y espera que el conflicto se solucione solo.
Por otro lado, este pasotismo, en una sociedad occidental (la que comprende a las clases con los problemas básicos mínimamente solventados) tan absurda, en la que casi nada tiene demasiado sentido, es un acto de negligencia, de desidia y, en muchas ocasiones, de idiotez, porque esa apatía que obliga a la gente a sentarse delante del televisor podría convertirse en un revulsivo contra la absurdez del parte del mundo occidental en el que nos dejamos caer.
He leído mucho sobre la CNT, sobre la República, sobre los obreros, y tal vez porque no tenían televisión (quiero creer que no), la gente se dedicaba a ilustrarse en los ateneos. En Soria había uno, los libros fueron tirados a la calle y quemados, creo que en mitad del Collado, por unos simpáticos señoritos que vestían de azul. Además de eso, asistían a conferencias (hasta Machado dio alguna para ellos), a manifestaciones, representaban obras teatrales, a simpatizar con los problemas de los demás, que consideraban como propios. ¿Alguien recuerda ahora que entonces, estos obreros trabajaban cincuenta o sesenta horas a la semana y sólo libraban los domingos? Pues aún tenían tiempo para educarse y ser solidarios.
Sólo con que cada cual, desde su campo de acción, robara a la evasión, léase jodida televisión, un par de horas al día, e hiciera algo por tratar de solucionar lo que pasa en el mundo, a veces a dos pasos de ellos, el mundo sería mucho más habitable.
Recuerdo el poema de César Vallejo “Un hombre pasa”. Búsquenlo. Está escrito antes de 1938, fecha de su muerte. Voy a recordar sólo un pequeño trozo.
Un albañil cae de de un techo, muere, y ya no almuerza.
¿Innovar luego el tropo, la metáfora?
Un paria duerme con el pie a la espalda.
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien limpia su fusil en la cocina.
¿Con qué valor hablar del más allá?
4 comentarios:
Echar la culpa a los que dirigen el cotarro -políticos, medios de comunicación, capitalistas varios...- puede resultar pueril. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Contenidos basura, o sociedad basura? A nadie obligan a cambiar de canal o, simplemente, apagar la tele. Ya decía Lope de Vega: "Puesto que el pueblo es necio, que pague su precio". ¿Pérdida de valores? ¿Caída de la sociedad occidental? Quizás de todo un poco. Lo dicho: todos somos un poco culpables.
Hola Isabel, soy Silvia otra vez no quiero hacerme pesada, pero me gusta lo que escribes y quiero comentar algo sobre esto que dices. Yo antes veia mucha tele pero ahora estoy en una asociacíon del Raval de Barcelona que trata de ayudar a los inmigrantes. eso cambia la vida, lo recomiendo a mi me la cambiado. Es muy duro durisimo, pero muy gratificante. Un saludo
Hola Silvia. No te haces pesada, al contrario, gracias. Querría pedirte un favor, ponte en contacto conmigo a través del web, o déjame un correo tuyo. La semana próxima iré a Barcelona y me gustaría hablar contigo, quiero ponerme en contacto con un inmigrante.
Gracias y un saludo
Isabel
Nos evadimos de los que se evaden, de nosotros mismos, nos escondemos en excusas como que nada podemos hacer y no es verdad.
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