Desde que la Historia nos ha dejado sus documentos, podemos afirmar sin temor a errar que los siervos de la tierra ha sido el colectivo más puteado de todos hasta hace dos generaciones. Si las tierras pertenecían a los nobles, malo, pero si eran de realengo, peor, por curioso que resulte, no digamos ya si pertenecían a la mitra. El noble les quedaba algo más cercano que el rey y siempre podían acudir a pactar el pago, los funcionarios reales eran más corruptos y el clero más insaciable. Así que entre alcabalas, pechos, asaduras, diezmos y primicias, los campesinos se las veían y deseaban hasta la abolición de los señoríos, en 1835, teóricamente.
A mediados del siglo XX, el campesino de Castilla y León, harto de aguantar penalidades, con las tierras sin concentrar, algunas dando una cosecha cada dos años, cuando no menos, las puso a renta o las vendió directamente y se marchó a practicar otro tipo de servilismo en el mundo industrializado de las grandes ciudades: el de mirar atentamente la máquina, o formar parte de una cadena de trabajo, o dedicarse a peón de la construcción. Los que se quedaron, aliviados por el incremento de las tierras, por la maquinarias y por las ayudas que fueron llegando, levantó la cabeza, en algunos casos hasta extremos insospechados, siendo los principales compradores de viviendas nuevas en las capitales, en ocasiones una por hijo. Los braceros no han tenido tanta suerte. Los latifundios siguen ahí, y la Ley de Fincas manifiestamente mejorables parece ser que se ha utilizado poco.
Unas veces pienso en lo injusto de la situación para algunas zonas, en las diferencias económicas que se están produciendo con otros sectores, pero la mayoría me alegro, en conjunto, de lo que ha sucedido en las últimas décadas en el mundo rural castellanoleonés, pese a la voracidad de algunos de sus miembros. Siempre lo justifico volviendo la vista atrás.
De los componentes de este mundo rural, dedicado a la agricultura extensiva, la ganadería y la horticultura, los menos agraciados son los dos últimos. Y los que más horas –a veces todas- han de dedicar a su trabajo. Y es a estos grupos a quienes le salieron, hace ya años, unas verrugas para las que, al parecer, no hay solución alguna. Son los nuevos nobles, desclasados y vulgares, que se dedican a hacer de intermediarios. Los chupópteros, las rémoras, aquellos que sin arriesgar nada, viven a costa de los productores y de los últimos compradores. Estos sinvergüenzas están en todas las actividades. Recordemos la última huelga de kioscos. Las distribuidoras de periódicos y libros se llevan del 55% al 65% del precio de venta al público, pagando mucho tiempo después de haber cobrado ellos de las librerías y kioscos.
Otro tanto sucede con productos de primera necesidad. Hace unos días, en una emisora de radio, escuché que el kilo de calabacín lo cobra el productor a 0,30 euros/kilo, y lo paga el consumidor a 1,70. El cordero estas Navidades lo han pagado al ganadero a 3,00 euros kilo y se ha pagado en la tienda a 12 euros kilo. Todos, absolutamente todos los productos de la tierra, los de primera necesidad, se incrementan a partir del 80%, llegando hasta el 173%.
¿No trabaja nadie, o medra algún político responsable en algún ministerio, en algún departamento de los gobiernos autonómicos, en alguna concejalía de los ayuntamientos, que, sin pasarse la pelota, pongan coto a estos sinvergüenzas? Esto sí que interesa a toda la ciudadanía, a toda. Los temas que ellos consideran “estrellas”, las grandes cosas con las que juguetean, sólo a ellos.
A mediados del siglo XX, el campesino de Castilla y León, harto de aguantar penalidades, con las tierras sin concentrar, algunas dando una cosecha cada dos años, cuando no menos, las puso a renta o las vendió directamente y se marchó a practicar otro tipo de servilismo en el mundo industrializado de las grandes ciudades: el de mirar atentamente la máquina, o formar parte de una cadena de trabajo, o dedicarse a peón de la construcción. Los que se quedaron, aliviados por el incremento de las tierras, por la maquinarias y por las ayudas que fueron llegando, levantó la cabeza, en algunos casos hasta extremos insospechados, siendo los principales compradores de viviendas nuevas en las capitales, en ocasiones una por hijo. Los braceros no han tenido tanta suerte. Los latifundios siguen ahí, y la Ley de Fincas manifiestamente mejorables parece ser que se ha utilizado poco.
Unas veces pienso en lo injusto de la situación para algunas zonas, en las diferencias económicas que se están produciendo con otros sectores, pero la mayoría me alegro, en conjunto, de lo que ha sucedido en las últimas décadas en el mundo rural castellanoleonés, pese a la voracidad de algunos de sus miembros. Siempre lo justifico volviendo la vista atrás.
De los componentes de este mundo rural, dedicado a la agricultura extensiva, la ganadería y la horticultura, los menos agraciados son los dos últimos. Y los que más horas –a veces todas- han de dedicar a su trabajo. Y es a estos grupos a quienes le salieron, hace ya años, unas verrugas para las que, al parecer, no hay solución alguna. Son los nuevos nobles, desclasados y vulgares, que se dedican a hacer de intermediarios. Los chupópteros, las rémoras, aquellos que sin arriesgar nada, viven a costa de los productores y de los últimos compradores. Estos sinvergüenzas están en todas las actividades. Recordemos la última huelga de kioscos. Las distribuidoras de periódicos y libros se llevan del 55% al 65% del precio de venta al público, pagando mucho tiempo después de haber cobrado ellos de las librerías y kioscos.
Otro tanto sucede con productos de primera necesidad. Hace unos días, en una emisora de radio, escuché que el kilo de calabacín lo cobra el productor a 0,30 euros/kilo, y lo paga el consumidor a 1,70. El cordero estas Navidades lo han pagado al ganadero a 3,00 euros kilo y se ha pagado en la tienda a 12 euros kilo. Todos, absolutamente todos los productos de la tierra, los de primera necesidad, se incrementan a partir del 80%, llegando hasta el 173%.
¿No trabaja nadie, o medra algún político responsable en algún ministerio, en algún departamento de los gobiernos autonómicos, en alguna concejalía de los ayuntamientos, que, sin pasarse la pelota, pongan coto a estos sinvergüenzas? Esto sí que interesa a toda la ciudadanía, a toda. Los temas que ellos consideran “estrellas”, las grandes cosas con las que juguetean, sólo a ellos.
4 comentarios:
Se puede decir más alto, pero no más claro que lo dice Isabel. Y lo peor,que es cierto todo lo que dice. Si sólo fuera una opinión... Un ejemplo que corrobora lo anterior: El año pasado, estos nuevos mafiosos que se llaman intermediarios ofrecían 5 céntimos de euro ( sí, han leído bien: 0,05 €, o sea, unas 8 pts. del sistema antiguo) en la provincia de Málaga, para más señas, por un kilo de naranjas. La respuesta del productor fue esa,...que naranjas de la china y, por dignidad, prefirió regalarlas a los amigos. Suerte que este buen hombre tenía otros medios de subsistencia. Y es sólo uno de los miles de ejemplos. Tendrán que UNIRSE los campesinos para hacer frente a estas mafias. Sí, mafias.
P.D. Amigas que vais al mercado, por cierto,¿cuánto pagáis por el kilo de naranjas?
Bien que juegan con nosotros y los políticos tirandose los muertos a la cabeza. Los intermediarios están en todos sitios, en el pescado fastidiando al pescador que se juega la vida. Una verguenza
Al menos de los nobles quedó algo... nobleza obliga, pero de esta gentuza...
Vaya sorpresa. Nos conocimos hace tiempo por una casa que vendías. Supongo que no te acordarás. Me diste dos rutas para el fin de semana, una por Soria y la otra por San Pedro y Yanguas y hoy pensaba en como podría agradecerte tu buena información, por si acaso he buscado en la red y mira por donde has aparecido tu con tu Web y el blog. Lo de don Mandonio me ha extrañado por ser un caudillo ilergeta. Una vez más agradecerte tus consejos para conocer Soria, fue estupendo y que me gusta lo que haces. Un abrazo. Alfredo
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