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Parece que el tiempo va demostrando que Soria, y las provincias de similares características, tienen su presente en la oferta cultural. Hace ya muchos años, después de visitar Cuenca en dos ocasiones, vi en esa capital un ejemplo a seguir, y parece que los responsables sorianos vienen siguiendo ese camino. Frente a algunos pseudo intelectuales que prefieren la soledad de los páramos para una inspiración que nunca acaba de llegar, personas sensatas actúan en proyectos como el de Ambrona y/o el de Tierras Altas, que darán sus frutos a corto plazo.
Aunque a algunos puristas les parezcan ridículas las representaciones anuales de episodios numantinos, o la elaboración de la cerveza con el patrocinio de una marca comercial, a mí, y conmigo a muchas personas, nos parece estupendo que estas actividades se lleven a cabo. Por ejemplo todas las que han tenido lugar el pasado otoño en Tierras Altas, como la elaboración del queso y la morcilla, o la puesta en marcha del horno comunal, lo encuentro apropiado para el entorno donde se hacen. Creo que es lo que se debe hacer, de igual forma que en Tarragona se preparan comidas romanas, o en Calafell se visten de cossetanos.
Poner el yacimiento de Ambrona en valor cultural es una de las apuestas más interesantes. De los cuatro mil doscientos yacimientos arqueológicos que dice Elena Heras existen en Soria, el de Ambrona parece ser, por su carácter neolítico, de los más interesantes. Unido al cazadero de Torralba-Ambrona, al magnífico de Tiermes, al emblemático de Numancia, y al de Uxama, tendríamos cubierta parte de la provincia. Una oferta difícilmente superable. Si a ello le añadimos Tierras Altas como atractivo etnológico-etnográfico –tal y como Eduardo Alfaro Peña pretende- Soria puede convertirse en un referente irresistible.
Las visitas culturales –me niego a llamarlas turismo- son cada año que pasa más demandadas. Un departamento de la Banca March, de Mallorca, por ejemplo, ha realizado, a lo largo de este otoño/invierno, tres visitas con mallorquines de mediano/alto poder adquisitivo, y aún harán dos visitas más esta primavera. Llega un momento que la playa cansa, o por ella se decantan más los jóvenes. Vivimos en una sociedad con muchos prejubilados, jubilados de muy buen ver (cada pocos años aumenta la esperanza de vida) que buscan alternativas a las grandes ciudades, a las playas y al consumo puro y duro.
Soria está en el camino. Ahora sólo falta, para no depender solamente del sector turismo, una pequeña industria que sostenga a los jóvenes. Industria netamente soriana, como la relacionada con la chacinería, la mantequilla, el queso, la cecina, las hierbas naturales, la miel, la cerámica, la lana, el vino…
Aunque a algunos puristas les parezcan ridículas las representaciones anuales de episodios numantinos, o la elaboración de la cerveza con el patrocinio de una marca comercial, a mí, y conmigo a muchas personas, nos parece estupendo que estas actividades se lleven a cabo. Por ejemplo todas las que han tenido lugar el pasado otoño en Tierras Altas, como la elaboración del queso y la morcilla, o la puesta en marcha del horno comunal, lo encuentro apropiado para el entorno donde se hacen. Creo que es lo que se debe hacer, de igual forma que en Tarragona se preparan comidas romanas, o en Calafell se visten de cossetanos.
Poner el yacimiento de Ambrona en valor cultural es una de las apuestas más interesantes. De los cuatro mil doscientos yacimientos arqueológicos que dice Elena Heras existen en Soria, el de Ambrona parece ser, por su carácter neolítico, de los más interesantes. Unido al cazadero de Torralba-Ambrona, al magnífico de Tiermes, al emblemático de Numancia, y al de Uxama, tendríamos cubierta parte de la provincia. Una oferta difícilmente superable. Si a ello le añadimos Tierras Altas como atractivo etnológico-etnográfico –tal y como Eduardo Alfaro Peña pretende- Soria puede convertirse en un referente irresistible.
Las visitas culturales –me niego a llamarlas turismo- son cada año que pasa más demandadas. Un departamento de la Banca March, de Mallorca, por ejemplo, ha realizado, a lo largo de este otoño/invierno, tres visitas con mallorquines de mediano/alto poder adquisitivo, y aún harán dos visitas más esta primavera. Llega un momento que la playa cansa, o por ella se decantan más los jóvenes. Vivimos en una sociedad con muchos prejubilados, jubilados de muy buen ver (cada pocos años aumenta la esperanza de vida) que buscan alternativas a las grandes ciudades, a las playas y al consumo puro y duro.
Soria está en el camino. Ahora sólo falta, para no depender solamente del sector turismo, una pequeña industria que sostenga a los jóvenes. Industria netamente soriana, como la relacionada con la chacinería, la mantequilla, el queso, la cecina, las hierbas naturales, la miel, la cerámica, la lana, el vino…