sábado, diciembre 24, 2016

“El problema de la despoblación no es de dinero”

Manzanares

“El problema de la despoblación no es de dinero”, y continúa “... si no de cómo se invierte ese dinero”. Son palabras dichas en una rueda de prensa por Miguel Martínez Tomey, y hace mucho tiempo que no escuchaba algo tan sensato. Y me quedo sólo con la primera parte, no es problema de dinero. Efectivamente.

Uno de los principales problemas para poder hacer frente a la despoblación es la escasa población. Podría parecer una perogrullada, pero quiero decir que es una buena parte de esa escasa población la que pone palos en las ruedas. Desde Soria capital, donde residen la mayor parte de todos los sorianos de la provincia, al menos nueve meses al año, el problema no se percibe en su justa dimensión. Desde los despachos, tampoco. Es necesario recorrerse los más de diez mil kilómetros cuadrados, salpicados de caseríos arracimados alrededor de las iglesias; adivinar los caminos cubiertos de maleza que se dirigían hacia decenas de pueblos que ya no lo son; y, sobre todo, es necesario palpar el sentir de las personas que todavía resisten. Porque, no nos engañemos, son los dueños de las tierras, de las casas y de las ruinas, quienes tienen en sus manos el solucionar el tema de la despoblación, al menos en la mayor proporción. El no considerarlo así es engañarse.

Verguizas

Resiste un sector, el más anciano, que ya le da un poco igual todo. Es, en la provincia, muy numeroso. Han cumplido con la vida y sólo quieren paz, tranquilidad, sol y, en su defecto, lumbre, aunque pueblen las residencias de ancianos. La hacienda, grande, mediana o pequeña (“...dueño de mediana hacienda, que en otras tierras se dice bienestar y aquí, opulencia...”) ya la han repartido entre los hijos, y ellos, los ancianos, pueblan las residencias.

Otro sector, el mayor, lo componen los hijos de los anteriores, sesentones o setentones, quienes tienen la sartén por el mango. En esa sartén caben las tierras, el monte, el derecho a la caza, el ganado, las tainas y las parideras, la vivienda familiar, en algunos casos los pisos en la capital, las casas arruinadas heredadas de abuelos o bisabuelos. Salvo las tierras, la casa familiar y los pisos en la capital, lo demás tiene poco valor, pero en muchos casos viven con la creencia de que el valor es muy superior. Muchas de las personas de este grupo tienen un pensamiento fijo (lo he escuchado más de una vez): cuántos menos seamos a más tocamos.


La Cuesta

Con este panorama, todos aquellos que desde los despachos se rompen la cabeza buscando soluciones, lo tienen muy difícil. He leído en esas mismas declaraciones que hay que dotar al medio rural de servicios, colegios, líneas de banda ancha, y buenas comunicaciones. Algo que hasta el día de hoy se sigue destruyendo, precisamente.

Les diría que intenten comprar una casa medio en ruinas en cualquier pueblo semi- deshabitado, a ver si cualquiera puede pagar lo que el vendedor solicita, y no lo que realmente vale. Les diría que se instalen sin practicar aquello de “allá donde fueres haz lo que vieres”, que, aunque sabio, no deja de ser un chantaje. Les diría que intenten instalarse con un rebaño de ovejas, por ejemplo, y solicitar ayudas. O hacer mermeladas caseras, y le dirán que los frutos silvestres son para los animales salvajes. O...

Esto, desde mi punto de vista, quiere decir que sin generosidad no hay solución. Tampoco la hay sin escuchar las ideas, por peregrinas que nos parezcan, de los pocos jóvenes que todavía residen en Soria, evitar que se contaminen del grupo de los que frenan las ruedas, y darles, directamente, el timón. Ellos son el presente y el futuro. Es necesario que ellos, los jóvenes con ideas, den un golpe de mano y hagan huir al grupo que se encuentra tan a gusto con poca población, por que les toca a más. Ya sabrán los jóvenes buscar apoyos y consejos en quienes quieran que Soria tenga futuro aunque toquemos a menos.

Cañicera

+Sin generosidad por parte de todos, poco efecto va a tener el dinero que llegue. Más rendimiento tendría si contrataran a sicólogos, sociólogos, antropólogos, y todas las disciplinas relacionadas con la conducta humana, para ver de modificar la de varias generaciones y tratar de meterles en la mollera que se el más rico del cementerio tiene muy poco encanto.