¿Qué tiene esto que ver –se me preguntará- con la desarticulación de bandas? Pues mucho. Me refiero a una operación que llevaron a cabo en Soria, hace unos meses, donde “pillaron” a unos chavales de la provincia, alguno de Logroño y no sé si de otros lugares. Cuando vi la foto en el periódico pensé, “vaya, parece que esta vez han cogido una banda en toda regla”. Pero una, que conoce ese mundo, habla con los chavales, hasta les comprende, indagó en el tema, resultando más exagerado –por no usar otra palabra- que una moneda de la época del homo habilis. Creo más en lo que me dicen los chavales que en lo que notifican, comunican e informan las autoridades. Y con el paso del tiempo compruebo que no me equivoco.
Por ejemplo, encontraron en un registro una granada de mano, y allí estaba, en la foto, sin aclarar que pertenecía a la época de la Guerra Civil, y que fue hallada en unas excavaciones. A uno de los chavales les encontraron dos gramos de spid (no sé si se escribe así), y a otro le pesaron las plantas de maría con el cepellón de tierra incluido.
Se volverán a preguntar qué tiene que ver esta “redada” con Zaplana. Pues mucho, y no me refiero a la obviedad de que, si se leen el libro, los “supuestos” delitos de este individuo que cobra de todos nosotros, y muy bien, se alzan por encima de los supuestamente cometidos por los chavales de la “banda”, varios miles de metros o como se evalúe para la Justicia. No. Me voy a referir a algo mucho más concreto. A esta peligrosísima banda, con granada de mano incluida, se les ha cazado mediante escuchas telefónicas. En la página 37 del libro referido, “Zaplana, el brazo incorrupto del PP”, y refiriéndose al Caso Naseiro, en el que Zaplana este tenía mucho que ver, las cintas de las escuchas se destruyeron, esas pruebas fueron anuladas. Veamos lo que se dice en la libro sobre el tema: “Antes de que se redactara ese auto [el que anulaba las pruebas] el juez decía a la policía: graba, y comenzaba la investigación. Pero en la comisaría sólo había dos cintas matrices, con un número de horas limitado, y eso había que pasarlo a casettes. La policía borraba las conversaciones intrascendentes y pasaba a las cintas lo que consideraba más notorio. A continuación, el secretario del juzgado transcribía los casettes. Este auto del Tribunal Supremo [el que anulaba las pruebas] tiraba por tierras lo que se había hecho hasta entonces: a partir de ese momento era el juez quien tenía que oír todas las grabaciones y decidir cuál era el material relevante. Además, debía controlar la trascripción. Para eso tendría que estar con los auriculares puestos toda la vida (…) así se cargaron también el procedimiento más eficaz para combatir el narcotráfico. Fueron las formas para impedir que se viera el fondo. Este sistema favorece al poderoso, al que tiene dinero, porque el Tribunal Superior continúa condenando, con pruebas obtenidas como en el caso Naseiro, a pequeños traficantes, sin invocar su propia doctrina. Condenan a los que no tienen abogados que lo impugnen”.
Está dicho todo. Como siempre, pagando el pobre. ¡Justicia Social!