Con
la que está cayendo por el mundo, el teatro en el que actúan los
políticos españoles tendría que tomarse como una ópera bufa. Pero
con todo el respeto a las cientos de miles de personas que están
sufriendo lo que difícilmente podremos imaginar por mucha empatía
que tengamos (el que la tenga), con toda la pena por tantas muertes y
tanto dolor, aquí y ahora, esa ópera bufa está impregnando
tontamente nuestras conciencias, dejándonos incapaces para cualquier
otra reivindicación que no sea la de reclamarles que hagan algo de
una puñetera vez. Si no fuera por esa invalidez que provocan, es
hasta bueno vivir sin el gobierno de estos incapaces, pero es peor el
remedio que la enfermedad, puesto que estas comedias de Pergolesi
ocupan más espacio en los medios, en todos los medios, que los
consejos de ministros, las leyes que votan y revotan, para que muchas
de ellas acaben muriendo sin haber empezado a cumplirse.
Dejó
dicho el asesinado presidente de la Generalitat, Lluis Companys, que
“lo malo de las izquierdas es que sólo estamos unidos mientras
ustedes nos tienen en la cárcel”. Ustedes eran los fascistas
rebeldes que le juzgaron o los nazis que le detuvieron en Francia, en
fin, esa gentuza.
No
será necesario que acudamos a los currículos de los señores
diputados nacionales y demás, para saber que la mayoría de los
miembros de partidos de derechas son abogados o economistas o
abogados-economistas. Los de izquierdas, poetas, licenciados en
Humanidades, y así. Eso quiere decir muchas cosas, pero a simple
vista unas formaciones sirven para rozar la legalidad en asuntos de
chanchullos y las otras para elevar el pensamiento, desmenuzarlo y
analizarlo hasta la extenuación. Habrá que reconocer, desde un
punto de vista pragmático, que la formación de los derechistas es
mucho más eficaz a la hora de, monolíticos ellos, unidos por
sentimientos que van más allá de la Poesía y la Literatura, llegar
hacia donde quieren y hacerlo en auténtica manada.
Mientras
las izquierdas, como ya apuntó Companys, se pierden en
disquisiciones filosóficas, la derecha no tiene nada más que hacer
que frotarse las manos y esperar. O sea, no es que Rajoy sea un
político vago, es que está esperando que los otros se vayan tirando
a la cabeza divagaciones, constituciones, separatismos, digresiones y
demás, y ya, agotados, hagan lo que mejor saben hacer, mostrarse
incapaces para llegar a acuerdos. Dicen que las matemáticas no
mienten, y si se suman los votos de izquierdistas y gente que parece
ser progresista, podría haber un gobierno de ese cariz. Pero no, la
izquierda ha demostrado ser absolutamente ineficaz para llegar a
acuerdos. Y en esa izquierda tengo en cuenta, naturalmente, a un
partido que fue respetado durante muchos años, como el PSOE, y que
ha llegado a día de hoy a una incapacidad nacional tal, que merece,
o un cambio radical, o su desaparición. Dirigido por un Pedro
Sánchez de metro noventa, sólo eso, sabedor de su altura, sin más
carisma ni empatía que la otorgada por la vara de medir, que se
pasea balanceándose como si fuera el rey del mambo, si nada lo
cambia (y espero y deseo que sí), va a quedar como reducto de
abuelos cebolletas tipo Felipe González, el rey de las puertas
giratorias.
Haced
el puñetero favor de uniros para que haya un gobierno de izquierdas.
Utopía donde las haya, no hay que olvidar que hasta la guerra civil
se perdió por esa incapacidad de las izquierdas para llegar a pactos
y vencer a los otros. Ni en aquellos trágicos momentos que todavía
colean, fueron capaces de ponerse de acuerdo. ¡¡Qué tristeza!!