Recuerdo un día de otoño con mi hermana Luisa, por una vereda de la Sierra de Alcarama, cerca de San Pedro Manrique, buscando un camino que nos llevara a El Vallejo. Íbamos en coche, una cabra ya por entonces destrozada, con la que nos habíamos recorrido la provincia recabando datos para nuestro Soria Pueblo a Pueblo.
En un momento y sin saber por dónde habían venido, nos encontramos rodeadas por un número incontable de buitres leonados, orondos y lustrosos, magníficos, que nos miraban con los ojos fijos, algunos desde el mismo capó, o sea, a centímetros del cristal delantero. Recorrimos con la mirada los árboles y arbustos, y todo eran buitres. Un auténtico espectáculo que no hemos vuelto a presenciar.
He de confesar que pasamos miedo, mucho, tanto, que poco a poco recorrimos la vereda marcha atrás sin perder de vista a los alados, unos tranquilos y otros inquietos, y sin decir palabra, mudas por el miedo y por la belleza de lo presenciado. Sabíamos que estas rapaces, que pueden llegar a pesar hasta nueve kilos, no atacan, pero eran muchos. Después nos dijeron que nos habíamos metido justo en el lugar donde los chacineros de la zona arrojaban los despojos, precisamente para alimentar a la colonia de buitres.
Recorriendo las tierras de Soria es fácil ver a estas rapaces poderosas volar en círculo, esperando que una presa acabe la vida para ellas comer la carroña y continuar así el ciclo perfecto de la vida.
Llegaron los hombres de finales del siglo XX y, algunos de ellos, sin ningún escrúpulo, dieron de comer a los herbívoros harinas fabricadas con cadáveres de otros animales, dando lugar a la enfermedad conocida como de “las vacas locas”. ¡Cómo no iban a volverse locas! Los hombres somos capaces de todo, hasta de acabar con nosotros mismos.
Los hombres decidieron que en los muladares no se depositaran más animales muertos, rompiendo así el ciclo de la vida animal, en el que el buitre es un importante eslabón de la cadena.
Ahora, los alados carroñeros comienzan a buscar animales vivos para su alimento. Con el tiempo, los buitres y otros de su especie, serán condenados a desaparecer porque se habrán convertido en una amenaza para el hombre. Pero es justamente al revés, el hombre es una auténtica amenaza para todos los animales, incluso para él mismo. ¿Cabe más incultura e insensatez?
En un momento y sin saber por dónde habían venido, nos encontramos rodeadas por un número incontable de buitres leonados, orondos y lustrosos, magníficos, que nos miraban con los ojos fijos, algunos desde el mismo capó, o sea, a centímetros del cristal delantero. Recorrimos con la mirada los árboles y arbustos, y todo eran buitres. Un auténtico espectáculo que no hemos vuelto a presenciar.
He de confesar que pasamos miedo, mucho, tanto, que poco a poco recorrimos la vereda marcha atrás sin perder de vista a los alados, unos tranquilos y otros inquietos, y sin decir palabra, mudas por el miedo y por la belleza de lo presenciado. Sabíamos que estas rapaces, que pueden llegar a pesar hasta nueve kilos, no atacan, pero eran muchos. Después nos dijeron que nos habíamos metido justo en el lugar donde los chacineros de la zona arrojaban los despojos, precisamente para alimentar a la colonia de buitres.
Recorriendo las tierras de Soria es fácil ver a estas rapaces poderosas volar en círculo, esperando que una presa acabe la vida para ellas comer la carroña y continuar así el ciclo perfecto de la vida.
Llegaron los hombres de finales del siglo XX y, algunos de ellos, sin ningún escrúpulo, dieron de comer a los herbívoros harinas fabricadas con cadáveres de otros animales, dando lugar a la enfermedad conocida como de “las vacas locas”. ¡Cómo no iban a volverse locas! Los hombres somos capaces de todo, hasta de acabar con nosotros mismos.
Los hombres decidieron que en los muladares no se depositaran más animales muertos, rompiendo así el ciclo de la vida animal, en el que el buitre es un importante eslabón de la cadena.
Ahora, los alados carroñeros comienzan a buscar animales vivos para su alimento. Con el tiempo, los buitres y otros de su especie, serán condenados a desaparecer porque se habrán convertido en una amenaza para el hombre. Pero es justamente al revés, el hombre es una auténtica amenaza para todos los animales, incluso para él mismo. ¿Cabe más incultura e insensatez?