La
explicación dada por el presidente del Tribunal de Cuentas, Ramón María Álvarez
de Miranda García, a la información de que el catorce por ciento de los
setecientos empleados de esa entidad, institución, o lo que sea, podría
entenderse como “vocación familiar”, es la más extravagante escuchada hasta
ahora de boca de un alto funcionario, o político, o lo que sea también.
Es,
además de extravagante, una tomadura de pelo, un insulto a la inteligencia de
la ciudadanía, por muy bajo que fuera el coeficiente intelectual de la misma,
ya colectivo, ya individual.
O
sea, que según el hijo de Fernando Álvarez de Miranda (político y defensor del
pueblo), los hijos de las familias que trabajan en esa institución, desde
pequeñitos, cuando les preguntan que van a ser de mayores, responden “empleados
del Tribunal de Cuentas”, así, en general, porque según se ve en el árbol
genealógico de la familia institucional, trabajan tanto de ujieres, como de
economistas, informáticos (al parecer sin tener la titulación suficiente),
señoras de la limpieza, telefonistas, etc. Quiere esto decir, que lo que llevan
en los genes no es tal o cual predisposición a determinadas materias, tampoco
lo que viven en casa de cada cual es el amor al Derecho, o a hacer fotocopias.
Eso que portan en la sangre los hijos de los empleados del Tribunal de Cuentas
es, precisamente, el amor a la institución, lo que les conduce a ser, de
mayores, miembros de él.
A no
ser que Álvarez de Miranda se refiera a otro tipo de familia, la explicación no
cuela ni en las mascotas de los españoles. La otra familia ya es otra cosa, lo
decía Corleone en El padrino, la familia es lo primero, un hombre que no ama a
su familia, no es hombre, y cosas así.
Aquello
que los ciudadanos pensantes –cada día más- nos preguntamos es cómo ese
tribunal puede fiscalizar nada del sector público, si su propia casa es un
espacio con más enchufes que mesas. Además de que, aquello que fiscaliza, tarda
años en analizarlo y emitir dictamen.
Lo
anterior nos lleva a otra reflexión. Si se hicieran otros árboles genealógicos
similares al de éste, y se cruzaran los datos, tal vez veríamos las relaciones,
también familiares, entre unas instituciones y otras. Entonces, cómo agredir a
la familia hermana, si ya se sabe cómo acaban estas cosas, lo dejó filmado
Coppola en sus películas.
Una
vez más, el Cuarto Poder desentraña un entramado que todos desconocíamos,
aunque decir que nos ha extrañado sería falso. Cada día la radio nos despierta
con uno o varios nuevos escándalos que no sabemos si son fruto del duermevela
hasta que los ratificamos abriendo el ordenador o conectando la televisión (no
todos los canales, los de la extrema derecha tienen suficiente con Podemos y el
chavismo, tan pesaditos ellos, que acabarán consiguiendo lo contrario de lo que
pretenden).
Entre
enchufismo, miles de personas en comisión de servicios durante años sin que la
plaza salga nunca a concurso público, prevaricaciones, blanqueo de capitales,
malversación de fondos públicos, y un tan largo etcétera que da pereza hasta
escribirlo, los jueces tienen trabajo para siglos, además de la necesidad de
aguantar al ministro de la competencia más soberbio, altivo e impertinente que
se ha conocido, por cierto, hijo también de político.
Va a
ser verdad lo de la familia y la familia.
Porque lo de ser pobre y pringado también es de familia (no de familia), y cada año que pasa crece y
abonece como los pulgones en los huertos.