Cuando veo en mobiliarios públicos emblemas de la CNT, o la hoz y el martillo, y leyendas como “Anarquía” y similares, me pongo enferma. Alguien tendría que explicarles a los jóvenes picassos –y nadie mejor que padres y educadores- que los comunistas –con todo lo criticable de su doctrina- y los anarquistas, se dedicaban a otros menesteres muy distintos a los de ensuciar lo que es de todos y todos pagamos.
Me cuesta mucho esfuerzo criticar a los jóvenes, sean como sean, pero ellos deben aprender que vandalismo es una cosa, y rebeldía otra muy distinta. Deben saber que en los años diez, veinte y treinta del pasado siglo, ante los anarquistas –esas siglas, CNT, que ellos pintan tan alegremente- presentaba sus obras García Lorca. Que los obreros, con sólo un día a la semana de descanso después de sesenta o setenta horas de trabajo semanales, acudían a los ateneos a escuchar conferencias, leer a Flaubert y la prensa, y otras actividades culturales. Por lo tanto, machacar el mobiliario comunitario, no entraba en sus actividades.
Que la rebeldía es algo inherente a la juventud, es algo que todos sabemos, pero la rebeldía, o la reivindicación de las libertades, no significa destrozar lo comunitario. Las libertades las reclamaron los de la CNT luchando contra el fascismo, muriendo por ello, padeciendo cárcel y todo tipo de penalidades.
Tampoco rebeldía equivale a conseguir una moto –generalmente pagada por los papás- acelerar a tope y molestar, a la una de madrugada, a diez mil ciudadanos. O irse a las zonas de copas y molerse a palos con otro mortal. Todo eso es vandalismo, gamberrismo, o como quieran llamarlo.
En los próximos días, en Soria, y con motivo de las Fiestas de San Juan, habrá mucho de eso. Como si los jóvenes (algunos) hubieran estado trabajando a pleno sol durante todo el año, sesenta horas a la semana, salen como vaquillas del toril para llevárselo todo por delante. Restos de vomiteras, vasos a diez metros del contenedor, cristales, todo ello en cantidad de toneladas, inundarán la ciudad, sin ningún respeto por nada ni por nadie, ni tan siquiera por los currantes de la empresa de limpieza. Por no hablar del escándalo por todas las calles de Soria. Esto es transportable a cualquier ciudad, villa o aldea de la llamada piel de toro.
Esto en vandalismo.
Yo conozco otra forma de reivindicación de los jóvenes, y voy a ejemplarizarlo en Iván Aparicio. Él es un rebelde necesitado de alimentar esa rebeldía con el conocimiento. Imposible será verle haciendo pintadas absurdas, destrozando bancos, ensuciando su ciudad o molestando al vecindario. Prefiere presidir la Asociación de la Memoria Histórica, ayudar a la de diabéticos, crear asociaciones juveniles, irse a Honduras para ensanchar sus conocimientos y su alma, acudir a manifestaciones justas y cosas por el estilo. Esto es rebeldía.
Por favor, que alguien les explique a algunos jóvenes la diferencia entre ese concepto y el de gamberrismo.
Me cuesta mucho esfuerzo criticar a los jóvenes, sean como sean, pero ellos deben aprender que vandalismo es una cosa, y rebeldía otra muy distinta. Deben saber que en los años diez, veinte y treinta del pasado siglo, ante los anarquistas –esas siglas, CNT, que ellos pintan tan alegremente- presentaba sus obras García Lorca. Que los obreros, con sólo un día a la semana de descanso después de sesenta o setenta horas de trabajo semanales, acudían a los ateneos a escuchar conferencias, leer a Flaubert y la prensa, y otras actividades culturales. Por lo tanto, machacar el mobiliario comunitario, no entraba en sus actividades.
Que la rebeldía es algo inherente a la juventud, es algo que todos sabemos, pero la rebeldía, o la reivindicación de las libertades, no significa destrozar lo comunitario. Las libertades las reclamaron los de la CNT luchando contra el fascismo, muriendo por ello, padeciendo cárcel y todo tipo de penalidades.
Tampoco rebeldía equivale a conseguir una moto –generalmente pagada por los papás- acelerar a tope y molestar, a la una de madrugada, a diez mil ciudadanos. O irse a las zonas de copas y molerse a palos con otro mortal. Todo eso es vandalismo, gamberrismo, o como quieran llamarlo.
En los próximos días, en Soria, y con motivo de las Fiestas de San Juan, habrá mucho de eso. Como si los jóvenes (algunos) hubieran estado trabajando a pleno sol durante todo el año, sesenta horas a la semana, salen como vaquillas del toril para llevárselo todo por delante. Restos de vomiteras, vasos a diez metros del contenedor, cristales, todo ello en cantidad de toneladas, inundarán la ciudad, sin ningún respeto por nada ni por nadie, ni tan siquiera por los currantes de la empresa de limpieza. Por no hablar del escándalo por todas las calles de Soria. Esto es transportable a cualquier ciudad, villa o aldea de la llamada piel de toro.
Esto en vandalismo.
Yo conozco otra forma de reivindicación de los jóvenes, y voy a ejemplarizarlo en Iván Aparicio. Él es un rebelde necesitado de alimentar esa rebeldía con el conocimiento. Imposible será verle haciendo pintadas absurdas, destrozando bancos, ensuciando su ciudad o molestando al vecindario. Prefiere presidir la Asociación de la Memoria Histórica, ayudar a la de diabéticos, crear asociaciones juveniles, irse a Honduras para ensanchar sus conocimientos y su alma, acudir a manifestaciones justas y cosas por el estilo. Esto es rebeldía.
Por favor, que alguien les explique a algunos jóvenes la diferencia entre ese concepto y el de gamberrismo.