Capitales, caps de veguerías, villas, ciudades y aldeas, todos y cada uno de los asentamientos catalanes celebran, el día 11 de septiembre, la Diada, la Festa catalana por definición.
Hay celebraciones para todos los gustos, desde las institucionales, hasta las espontáneas, pasando por las que organizan los ayuntamientos (sin intervenir más que para pagar las coblas y los almuerzos), las ofrendas florales de sindicatos, equipos de fútbol, asociaciones, partidos políticos, particulares y todo aquel que lo desee. Y la bandera de las cuatro barras presente en todos los lugares, en balcones, flores, coches y donde cada cual quiera, sin estridencias, con naturalidad.
No existe la irritación, ni la crispación, salvo la saludable pitada democrática que el pueblo otorgaba cada año al Partido Popular cuando acudía a depositar flores al monumento de Rafael Casanovas (al Fossar ni se atrevía), hasta que dejaron de hacerlo. Conviene que los políticos sean, de vez en cuando, coherentes y si no lo son, es obligación del pueblo recriminárselo. Claro que el pueblo no haría otra cosa, pero al menos en días como estos conviene, por salud democrática.
¿Cómo se le ocurre a la derecha centralista depositar flores en el monumento de Rafael Casanovas o en el Fossar de las Moreras? Si precisamente uno y los otros lucharon contra ese centralismo y contra todos los monarcas que liquidaban los fueros y las libertades, machacando el intento, repetido durante siglos por la voluntad de los catalanes, de ser una nación. ¿Saben, siquiera, el origen del himno nacional catalán? Si lo conocen y lo cantan es otra incoherencia ¿Conocen el primer Onze de Setembre, cuando Felipe V acabó, otra vez en la Historia, con todas las ilusiones de los catalanes?
En fin, esto es agua pasada. El caso es que en la actualidad, cada Onze de Setembre, en toda Catalunya se escucha la palabra PAZ, y no sólo se escucha, también se percibe, se tacta y se ve. Marina Rosell pone música a poemas de Maragall, el abuelo del actual honorable. Paco Ibáñez canta en euskera para intentar que el proceso de paz de Euskadi no se vaya por las alcantarillas de la cerrilez, la bruticia y la incomprensión. Se escucha El cant dels ocells, se escuchan también las palabras de Pau Casals en las Naciones Unidas “Soc catalá…”. Se levantan castells, se bailan sardanas, se almuerza pá amb tomaca, butifarró, cansalada, sardines i ví, como hicimos Israel y yo en Creixell, y se percibe, al igual que la paz, el sentimiento y el orgullo de querer ser catalanes. Y contra los sentimientos, ya se sabe, no hay nada que hacer.
Hay celebraciones para todos los gustos, desde las institucionales, hasta las espontáneas, pasando por las que organizan los ayuntamientos (sin intervenir más que para pagar las coblas y los almuerzos), las ofrendas florales de sindicatos, equipos de fútbol, asociaciones, partidos políticos, particulares y todo aquel que lo desee. Y la bandera de las cuatro barras presente en todos los lugares, en balcones, flores, coches y donde cada cual quiera, sin estridencias, con naturalidad.
No existe la irritación, ni la crispación, salvo la saludable pitada democrática que el pueblo otorgaba cada año al Partido Popular cuando acudía a depositar flores al monumento de Rafael Casanovas (al Fossar ni se atrevía), hasta que dejaron de hacerlo. Conviene que los políticos sean, de vez en cuando, coherentes y si no lo son, es obligación del pueblo recriminárselo. Claro que el pueblo no haría otra cosa, pero al menos en días como estos conviene, por salud democrática.
¿Cómo se le ocurre a la derecha centralista depositar flores en el monumento de Rafael Casanovas o en el Fossar de las Moreras? Si precisamente uno y los otros lucharon contra ese centralismo y contra todos los monarcas que liquidaban los fueros y las libertades, machacando el intento, repetido durante siglos por la voluntad de los catalanes, de ser una nación. ¿Saben, siquiera, el origen del himno nacional catalán? Si lo conocen y lo cantan es otra incoherencia ¿Conocen el primer Onze de Setembre, cuando Felipe V acabó, otra vez en la Historia, con todas las ilusiones de los catalanes?
En fin, esto es agua pasada. El caso es que en la actualidad, cada Onze de Setembre, en toda Catalunya se escucha la palabra PAZ, y no sólo se escucha, también se percibe, se tacta y se ve. Marina Rosell pone música a poemas de Maragall, el abuelo del actual honorable. Paco Ibáñez canta en euskera para intentar que el proceso de paz de Euskadi no se vaya por las alcantarillas de la cerrilez, la bruticia y la incomprensión. Se escucha El cant dels ocells, se escuchan también las palabras de Pau Casals en las Naciones Unidas “Soc catalá…”. Se levantan castells, se bailan sardanas, se almuerza pá amb tomaca, butifarró, cansalada, sardines i ví, como hicimos Israel y yo en Creixell, y se percibe, al igual que la paz, el sentimiento y el orgullo de querer ser catalanes. Y contra los sentimientos, ya se sabe, no hay nada que hacer.
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