De un tiempo a esta parte procuro estar en casa cuando los martes, en la SER, dan voz a unos periodistas que han dado en llamar “viejos”, no por la edad, si no por la sabiduría que desprenden. No recuerdo el nombre de todos, pero sí de Cruz Vergara y Luis Miguel Largo, a quienes me une una relación más estrecha que al resto, creo que son Latorre y recientemente se ha incorporado Roberto Ortega. Disculpas si son más y mi consideración hacia ellos igualmente. Y, por supuesto, al moderador, Chema Díez.
Hoy, por ejemplo, día 16, han estado hablando de la despoblación, y he escuchado los razonamientos y comentarios más lógicos sobre este tema, tan serio, tan sangrante y tan preocupante de la toda la provincia de Soria, incluida la capital.
Mientras cocinaba todo aquello que le gusta a mi gente, para congelarlo y no estar todo los días entre fogones, y me bebía una buena copa (por lo grande) de vino de Castillejo de Robledo, Silentium, escuchaba muchos y buenos argumentos sobre el tema de la despoblación y me he parado en seco cuando alguno de ellos ha destacado la importancia de la actitud de los sorianos ante este hecho, para decirlo más claramente, la culpa, término o palabreja que no me gusta mucho por aquello que de pequeños nos inculcaron sobre la culpa teológica.
Cuando yo dije -o escribí, no recuerdo- algo semejante, en el año 1989, me cayó la del pulpo en un pueblo del Campo de Gómara. La conclusión de aquella rociada fue ¿Por qué los hijos de las periodistas pueden estudiar fuera y los de los campesinos no? No habían entendido nada. Ni yo era periodista (tenía las manos peladas de cocinar), ni mi hijo primogénito estaba estudiando, si no subido ya, a los dieciséis años, con su padre en un andamio. Los otros dos eran adolescentes.
Pues es así que, siguiendo la inveterada costumbre del mundo rural, del dicho convertido en axioma, aquí nos conocemos todos, más otro que también se repite cuantos menos seamos a más tocamos se deducen los silogismos filosófico-rurales sin más base que la pura inventiva.
Pues sí, periodistas, los propios sorianos son la tercera pata del banco. Pero insisto en el motivo de esta entrada en el blog: es un gustazo escuchar a personas que saben de lo que
hablan, que conocen la realidad soriana desde sus raíces, que no practican el periodismo de salón, que están aquí, vamos, en Soria. Conocer, ese es el único secreto y cuando las cosas se tienen claras, las palabras salen solas. O como diría mi amigo Frías: rem tene verba sequentur.
4 comentarios:
Más de uno nos preguntamos cómo fijar, y aumentar, la población en Soria. ¿Agricultura de secano? ¿Cuántos puestos genera? ¿Industria? ¿Quién, cómo, de qué, con qué medios? ¿Más construcción? ¿Cooperativas? ¿De qué, del mueble acaso? ¿Turismo? Nos salva que somos provincia y la capital genera muchos puestos de trabajo en el sector servicios y administración, que si no, apaga y vámonos. El que tenga soluciones...
Para luchar contra la despoblación, también es necesario querar a la tierra y RESPETARLA.
Yo también les escuho y me gustan mucho. Se nota que conocen la tierra, los habitantes y sus problemas.
Alguien está usando mi nombre en el comentario anterior, con el que estoy, obviamente, de acuerdo, pero por favor firmad con vuestro nombre o como anónimo. Gracias
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