viernes, septiembre 10, 2010

Por La Rioja Alavesa




Mi amigo Jaime del Huerto y yo hemos pasado un verano difícil. Él se rompió un huesecillo de la mano tratando de salvar a su perrita de las aguas del río Duero, y además está de obras en su casa. El mío –mi verano- ha estado acompañado de mis nietos en una casa de Quintana Redonda, y aunque lleno de risas y cariño, no ha dejado de ser algo complicado, por aquello de la fuerza incansable de los niños que choca con los años de los abuelos.

Antes de incorporarnos a nuestras respectivas obligaciones –o devociones- entre las que se cuenta un proyecto común sobre la Trashumancia, y tratando Jaime de huir de las fiestas de su pueblo –yo no me pude escapar de las de Quintana- fuimos el primer sábado de septiembre a la Rioja Alavesa. Magnífica tierra e impresionantes paisajes desde que se llega al Puerto de Piqueras y durante todo el viaje. La Sierra de la Demanda mira todo desde arriba. El Ebro, río nuestro, soriano también, discurría majestuoso por la campiña.

Como Jaime es exquisito para todo, escogió la visita a unas bodegas de Briones donde, además de vino para degustar y comprar en una tienda como las que colocan a la salida de los monumentos, pudimos disfrutar de un magnífico museo dedicado al mundo del vino.

Francamente, y a primera vista, no las tenía todas conmigo. Como he dicho me parecía todo demasiado exquisito para tratarse de unas bodegas recias y contundentes, donde además había que solicitar con antelación fecha y hora para acceder a ellas. Por esta vez no se cumplió aquel dicho de que la primera impresión es la que vale.

Lo verdaderamente interesante para mí fue el museo que lo llaman del vino, pero que podría llamarse también arqueológico, etnológico, costumbrista, o todo a la vez, porque de todo hay en aquellas cinco o seis magníficas y enormes salas, a las que habrá que volver, ya que resulta difícil verlo todo con el detenimiento que se merece en una sola visita.

Desde la Prehistoria hasta nuestros días, todo lo relacionado con el mundo del vino, y forzando las tuercas puede ser casi todo, está allí representado. Cerámica de todas las épocas de nuestra Historia, desde la tosca hallstática hasta la refinada y negra griega. Instaladas en una enorme sala, la colección de prensas es impresionante. Vimos algunas como la “prensa de lliura” de Sant Vicenç de Calders, Tarragona, por cierto construida con madera de Soria, la de Tarragona. Allí pueden verse las distintas fases del vino, desde las tierras donde crece la viña, hasta las botellas, decantadores, y sacacorchos de todas formas. Todo ello acompañado de audiovisuales y elementos didácticos.

La bodega está bajo tierra, en un círculo que exteriormente se halla amparado por la Sierra de Cantabria. Es moderna pero interesante. Esa noche tenía lugar en su interior con concierto. Allí catamos dos tipos de vino.

Desde allí nos dirigimos al pueblo de Briones, magnífica su plaza con casas solariegas de piedra y arcos de medio punto, y la airosa torre barroca de la iglesia. Buscábamos un establecimiento para comer. Y ahí empezó la parte menos buena de la excursión. Ni en ese pueblo ni en San Vicente de la Sonsierra, a tiro de piedra del primero, encontramos ninguno. Bueno uno, pero, naturalmente, estaba a rebosar. El resto estaban cerrados a cal y canto por vacaciones, en pleno verano, con un calor de justicia. Se nota que La Rioja ha sido la comunidad autónoma que más tiempo ha estado en el ranking de las que gozan de mejor nivel de vida.

Se iba haciendo tarde, de un sitio nos mandaban a otro, ni tan siquiera a esa hora podíamos encontrar una tienda abierta, hasta que nos enviaron a un pueblecillo encaramado sobre un alto, Rivas de Tereso, donde en un establecimiento de comidas, lleno también a rebosar, nos facilitaron una mesa junto al ventanal y pudimos comer.

Muy bien comimos, por cierto, servidos con amabilidad riojana. Patatas a la idem, pimientos rellenos, bacalao, y todo ello regado con un vino estupendo –el de la casa- de la cercana Haro. Y a la salida, saciado ya el apetito, encontramos un árbol con maduras y dulcísimas ciruelas claudias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Supongo que, después de libar el rico mosto riojano, no cogeriais el coche. Lo digo porque con la ley seca actual, cualquiera que ose hacerlo puede ser tratado como un Al Capone cualquiera, después de comprobar que el soplo da positivo. Cosas veredes.
Ortigosilla Chico.

Anónimo dijo...

Supongo que se están refiriendo a las bodegas de Dinastía Vivanco. es una maravilla auténtica que merece una visita, aunque la entrada es un poco cara.