Cómo protegerse de los kamikaces
Los límites de velocidad en las carreteras sorianas se respetan igual que se hace en el resto de la red viaria, o sea, nada. Cuando los jóvenes, y los no tanto, ven ante ellos unas pistas medianamente buenas y vacías, se van colocando con el pie derecho y el acelerador y ancha es Castilla. No me gusta dar reprimendas a los jóvenes, todos los que hemos rebasado esa edad, hemos pasado antes por esa etapa y con eso está dicho todo. Pero es que los que se matan en las carreteras son jóvenes sobre todo y las consecuencias de esas muertes acarrean la desgracia para el resto de las vidas a las familias, sobre todo a los padres. Y no digamos si, además de matarse ellos, se llevan por delante a otros, algo que sucede habitualmente. Cada cual haga con su vida lo que quiera, incluso se la quite, pero la de los otros ya es otro cantar.
Todo esto para decir que hace unos sábados en catorce kilómetros padecí tres infracciones graves, al menos dos de ellas. En la recta de Buitrago hube de padecer las luces largas del vehículo que circulaba hacia Oncala, durante dos o tres kilómetros. Un poco más adelante otro vehículo, que circulaba en la misma dirección que el anterior, pasó a velocidad de OVNI. Y ya rebasada la localidad de Garray, me adelantó un coche rojo, potentísimo, por la raya continua; no es que la pisara, es que comenzó y finalizó el adelantamiento por ella.
Bien cierto suena el último slogan de la Dirección General de Tráfico “no podemos conducir por ti”. Tampoco puede cada vehículo ir escoltado por agentes de la benemérita. Y por lo visto ningún político se ha planteado seriamente atajar de raíz el problema y obligar a los fabricantes de vehículos que abandonen la práctica de sacar al mercado estas armas ilegales. Casi nadie duda que el binomio político-capital produce muchas muertes. Si por un lado se trata de conseguir votos, legislan lo que haga falta y limitan la velocidad, pero si además de votos quieren dinero y llevarse bien con los poderes económicos, dejan que se fabriquen vehículos que pueden –y de hecho alcanzan- hasta los 220 kms./hora. Es el terror legal.
Habiendo llegado a la situación insostenible del elevado número de muertes de jóvenes en las carreteras, gracias a la mezcla de velocidad, alcohol, fiestas veraniegas, pasotismo total y manejo de vehículos fabricados a de manera ilegal, al ciudadano de a pie sólo le queda una solución, actuar por su cuenta y utilizar los servicios del número de emergencia 112.
En estos casos está justificada la alianza ciudadano-policía, porque nos puede tocar a cualquiera tropezarnos fatalmante con un kamikaze, y esa alianza evita muertes. Se trata de orillarse, sacar el móvil (ahora que todo el mundo cuenta con él), marcar el 112 (dicen que se consigue hasta donde no hay cobertura) e indicar a la Guardia Civil de Tráfico los datos que hayamos podido conseguir del kamikaze y la carretera donde se ha cometido la infracción.
¿No solicitan de vez en cuando colaboración ciudadana? Pues que hagan campañas también para estas situaciones.
Todo esto para decir que hace unos sábados en catorce kilómetros padecí tres infracciones graves, al menos dos de ellas. En la recta de Buitrago hube de padecer las luces largas del vehículo que circulaba hacia Oncala, durante dos o tres kilómetros. Un poco más adelante otro vehículo, que circulaba en la misma dirección que el anterior, pasó a velocidad de OVNI. Y ya rebasada la localidad de Garray, me adelantó un coche rojo, potentísimo, por la raya continua; no es que la pisara, es que comenzó y finalizó el adelantamiento por ella.
Bien cierto suena el último slogan de la Dirección General de Tráfico “no podemos conducir por ti”. Tampoco puede cada vehículo ir escoltado por agentes de la benemérita. Y por lo visto ningún político se ha planteado seriamente atajar de raíz el problema y obligar a los fabricantes de vehículos que abandonen la práctica de sacar al mercado estas armas ilegales. Casi nadie duda que el binomio político-capital produce muchas muertes. Si por un lado se trata de conseguir votos, legislan lo que haga falta y limitan la velocidad, pero si además de votos quieren dinero y llevarse bien con los poderes económicos, dejan que se fabriquen vehículos que pueden –y de hecho alcanzan- hasta los 220 kms./hora. Es el terror legal.
Habiendo llegado a la situación insostenible del elevado número de muertes de jóvenes en las carreteras, gracias a la mezcla de velocidad, alcohol, fiestas veraniegas, pasotismo total y manejo de vehículos fabricados a de manera ilegal, al ciudadano de a pie sólo le queda una solución, actuar por su cuenta y utilizar los servicios del número de emergencia 112.
En estos casos está justificada la alianza ciudadano-policía, porque nos puede tocar a cualquiera tropezarnos fatalmante con un kamikaze, y esa alianza evita muertes. Se trata de orillarse, sacar el móvil (ahora que todo el mundo cuenta con él), marcar el 112 (dicen que se consigue hasta donde no hay cobertura) e indicar a la Guardia Civil de Tráfico los datos que hayamos podido conseguir del kamikaze y la carretera donde se ha cometido la infracción.
¿No solicitan de vez en cuando colaboración ciudadana? Pues que hagan campañas también para estas situaciones.
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