Habitaciones privadas de los Reyes de Mallorca, en Perpiñán.
Hace
unos días leí en la prensa local la noticia de un hermanamiento entre dos
localidades truferas, Soria por un lado, y Alba (Italia), por otro. En un
primer momento pasé la vista por el titular y no le di mayor importancia,
acostumbrada ya a estas confraternizaciones, con mayor o menor acierto. Pero me
rondaba el nombre de Alba, me sonaba muy familiar, así que volví a la noticia y
al leer la ubicación, el Piamonte, supe de qué se trataba.
Han
pasado más de diez años desde que comencé la investigación sobre Jaume IV, el
último rey de Mallorca, quien hizo testamento en Soria, en 1375, en presencia
del conde de Medina, su primo (después duque de Medinaceli, de la Casa de Foix,
a la que también pertenecían Jaime y su hermana Isabel) en la casa del
arcediano de Soria, Jean Fernand, qui lui
avait donne l’hospitalité. Había llegado a Soria, tras una de las muchas
batallas contra el rey de Aragón, Pedro IV, su tío, hermano de su madre la
reina Constanza de Mallorca, a fin de recuperar su reino de las Islas Baleares
y el Sur de Francia. Venía aquejado de un
mal misterioso.
En el
testamento (conservado en el Archivo Nacional de Francia, en París), Jaume IV,
además de ordenar ser enterrado en el convento de frailes menores de San
Francisco, en Soria, nombra heredera a su hermana Elisabeth o Ysabelle, viuda
del marqués de Montferrat.
Esta
Isabel, protagonista de mi novela “Ysabelis, Regine Majoricarum (La última
reina de Mallorca)”, presente en Soria junto a su hermano, a quien seguía en
sus luchas contra el rey de Aragón desde que enviudó, había estado casada
durante muchos años con el marqués de Montferrat o Monferrato.
Este
marqués era Giovanni II (1321-1371), pertenecía a la familia imperial bizantina
de los Paleólogos. Tras un primer matrimonio sin haber podido tener hijos, casó
con Isabel de Mallorca en septiembre de 1358, en Montpellier, con dote
prometida, y nunca hecha efectiva, de su tío, Pedro IV. Se vio obligada a
renunciar a sus derechos sobre el reino de Mallorca, aunque de hecho nunca renunció,
como se sabe por su trayectoria.
Fue el
Markgraf (como también se le llamaba) de Montferrat, Giovanni o Juan II, quien
incorporó a su marquesado en el Piamonte italiano los lugares de Alba, Asti y
Mondovi. Era extenso este país y entre sus pueblos más destacados, además de
Alba, están Alessandría, Casale de Montferrato, Nizza de Montferrato y
Acqui-Terme. Por cierto, esta última localidad le fue entregada a la hija de
Giovanni e Isabel, Margarita, en dote por su boda con el que fue, tal vez, el
más grande conde de Urgel, Pedro II (sobrino también de Pedro IV), cuyo hijo,
pretendiente al trono de Aragón en el Compromiso de Caspe, no pudo acceder a él
y fue ocupado por Fernando de Antequera, de la Dinastía Trastamara.
La
Historia, como la vida, no es más que un pañuelo que, al doblarlo por las
cuatro puntas, quedan en su interior, mezclados, personas y aconteceres. Seis
grados de separación. Reyes de Mallorca, condes de Urgel, marqueses de
Montferrato, Soria, Alba y la trufa, todos y todo junto en el mismo pañuelo.
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