Para comprender las causas que provocan un fenómeno, no se conoce nada más acertado que acercarse a él lo más y mejor posible. Por esto he pensado más de cien veces que los técnicos encargados de dar solución al problema de los accidentes en carretera no viajan, porque si lo hicieran darían con las claves. O esto, o no les da la gana de abordar el tema como se merece. No se entiende que se dediquen esfuerzos para investigar enfermedades y alargar la vida, y no se haga el mismo esfuerzo para atajar el hecho que más mata, con diferencia, como son los accidentes de tráfico.
¿Alguien cree que en España asustan las multas? Eso es en Francia, por ejemplo, que se pagan. ¿Puede alguien pensar que los chavales que cogen entre sus manos un volante para demostrar ante los amiguetes que es más macho que ninguno, ve la televisión o escucha la radio o lee el periódico? Pues no. Estos proyectos de seres humanos mueren matando sin enterarse de nada. Por eso todavía no he acertado a comprender cómo se les da una tarjeta con permiso para matar sin más requisitos que los que se pedirían a un señor o señora de cuarenta años con varios hijos y supuestamente equilibrados. Lo normal en una sociedad adulta y medio sana sería que les hicieran análisis de la cabeza hasta colocarles bien el cerebro. De la misma forma que no se concede a cualquiera permiso para llevar encima una pistola, tampoco se les debe dar a los descerebrados el permiso de conducir, o como mucho, a la primera, quitárselo, pero del todo, no cuatro puntos. Pero como estos muchachos no tienen miedo a nada, pues pulsera magnética, y no digo cárcel, porque desde mi punto de vista las prisiones no deberían de existir. Con esta medida las muertes se reducirían drásticamente. Y si le añadimos un taco al acelerador, o la obligación de no fabricar vehículos que corran más de lo que se puede correr, con el añadido de lo necesario para adelantar, miel sobre hojuelas.
Las cifras caerían en picado si se diseñaran las carreteras con el cerebro. Algunos extranjeros se atreven a criticar que nuestros itinerarios sean más antiguos que las vías romanas. No comprenden que se pueda adelantar a un vehículo y sea posible que de frente venga otro.
Pero lo que rebasa el entendimiento de cualquier cerebro con más de siete neuronas, es ver a cientos y cientos de camiones de gran tonelaje, transportando ácidos, hélices de molino, casas de madera, yates, cualquier cosa, por esas carreteras de España, con sus curvas cerradas, sus puertos, o por las autovías cuando las hay, o autopistas (siempre en Catalunya, que parece que no sean hijos de los dioses y han de pagar hasta la hierba que pisan), adelantándose unos a otros sin más requisito que dar el intermitente y caiga quien caiga.
Ya sabemos que los distintos gobiernos se han ido cargando la red ferroviaria, que el transporte (que no los camioneros) es un lobby, que les obligan a trabajar lo insoportable. Sabido todo esto y visto por donde van los ocios de los españoles y también sus impuestos, que se dejen de parches, de anuncios, de lo que vulgarmente se llama marear la perdiz, y hagan autovías en condiciones. Y cuando digo autovías me refiero a dos, una para coches y otra para vehículos pesados. Y además, iluminadas, no digo que como Madrid en Navidad, pero una farola de vez en cuando.
Con los pirados marcados por la pulsera magnética, los tacos en los aceleradores, los camiones en su vía, las vías iluminadas, no harían falta anuncios, multas, radares ni hospitales para tetrapléjicos. Pero, sobre todo, habría muchas menos familias destrozadas para siempre.
¿Alguien cree que en España asustan las multas? Eso es en Francia, por ejemplo, que se pagan. ¿Puede alguien pensar que los chavales que cogen entre sus manos un volante para demostrar ante los amiguetes que es más macho que ninguno, ve la televisión o escucha la radio o lee el periódico? Pues no. Estos proyectos de seres humanos mueren matando sin enterarse de nada. Por eso todavía no he acertado a comprender cómo se les da una tarjeta con permiso para matar sin más requisitos que los que se pedirían a un señor o señora de cuarenta años con varios hijos y supuestamente equilibrados. Lo normal en una sociedad adulta y medio sana sería que les hicieran análisis de la cabeza hasta colocarles bien el cerebro. De la misma forma que no se concede a cualquiera permiso para llevar encima una pistola, tampoco se les debe dar a los descerebrados el permiso de conducir, o como mucho, a la primera, quitárselo, pero del todo, no cuatro puntos. Pero como estos muchachos no tienen miedo a nada, pues pulsera magnética, y no digo cárcel, porque desde mi punto de vista las prisiones no deberían de existir. Con esta medida las muertes se reducirían drásticamente. Y si le añadimos un taco al acelerador, o la obligación de no fabricar vehículos que corran más de lo que se puede correr, con el añadido de lo necesario para adelantar, miel sobre hojuelas.
Las cifras caerían en picado si se diseñaran las carreteras con el cerebro. Algunos extranjeros se atreven a criticar que nuestros itinerarios sean más antiguos que las vías romanas. No comprenden que se pueda adelantar a un vehículo y sea posible que de frente venga otro.
Pero lo que rebasa el entendimiento de cualquier cerebro con más de siete neuronas, es ver a cientos y cientos de camiones de gran tonelaje, transportando ácidos, hélices de molino, casas de madera, yates, cualquier cosa, por esas carreteras de España, con sus curvas cerradas, sus puertos, o por las autovías cuando las hay, o autopistas (siempre en Catalunya, que parece que no sean hijos de los dioses y han de pagar hasta la hierba que pisan), adelantándose unos a otros sin más requisito que dar el intermitente y caiga quien caiga.
Ya sabemos que los distintos gobiernos se han ido cargando la red ferroviaria, que el transporte (que no los camioneros) es un lobby, que les obligan a trabajar lo insoportable. Sabido todo esto y visto por donde van los ocios de los españoles y también sus impuestos, que se dejen de parches, de anuncios, de lo que vulgarmente se llama marear la perdiz, y hagan autovías en condiciones. Y cuando digo autovías me refiero a dos, una para coches y otra para vehículos pesados. Y además, iluminadas, no digo que como Madrid en Navidad, pero una farola de vez en cuando.
Con los pirados marcados por la pulsera magnética, los tacos en los aceleradores, los camiones en su vía, las vías iluminadas, no harían falta anuncios, multas, radares ni hospitales para tetrapléjicos. Pero, sobre todo, habría muchas menos familias destrozadas para siempre.
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