Hablar de Política en un país tan inmaduro políticamente, es muy aburrido. En España (en general y salvo determinadas autonomías) se recurre a cuatro tópicos y se zanjan las discusiones con sentencias tipo refrán. Por otro lado, desde siempre, las ideologías han estado muy delimitadas. Ya Platón, en su Política, le daba más a la retórica que a la ideología, por mucho que fuera el padre del mundo de las ideas, y aunque muchos hayan querido ver en él un filósofo que empataba con el pueblo, es falso, porque, como casi siempre, se acostumbra a analizar lo que sucedió en cualquier época con los ojos actuales. No olvidemos que para el griego, la democracia era el gobierno de los idiotas, o algo así.
El pueblo, entonces, como casi siempre, era ignorado. El pueblo siempre se ha tenido que levantar, revolucionar, para que le tuvieran en cuenta. Y cuando el pueblo se revoluciona, ya se sabe, lo hace por y contra el poder, ejercido siempre por las clases dominantes, naturalmente.
Al pueblo le ha costado siempre tener ideología, no le han dejado, y eso, en según que épocas de la vida, era bueno, porque la manca de ello hacía que la intuición, y sobre todo el hambre y la injusticia, le hiciera levantarse.
Por las actuales calendas, en España (uno de los países más deseados de Europa, el mejor para trabajar, el que más crece, etc. etc.) la falta de ideologías, quizá también de ideas, hacen que las elecciones se ganen o se pierdan en base al voto de los indecisos. Ya ha pasado el tiempo de las revoluciones, la gente ha de pagar las hipotecas y, por consiguiente, han de aguantar lo que sea, y vota. Por eso, repito, los indecisos mandan, baste comprobar de qué forma las encuestas suben y baja a favor de uno u otro partido, para dar consistencia a tal aseveración.
Favorece esta situación el que muchos políticos carecen de ideología, también, y de esta forma puede verse cómo una señora, por ejemplo, con estola de visón, o un señor que lleva a los hijos a un colegio del Opus, se presente por una lista de Izquierda Unida o de los Verdes para ser cabeza de ratón y no cola de león. Conozco un caso, hay muchos, pero directamente conozco uno.
Estos indecisos, que esconden la papeleta del voto, o no responden sobre sus preferencias, aduciendo que la votación es secreta, son los causantes de que, cada poco tiempo, las calles y plazas de nuestras villas, ciudades, pueblos, aldeas, salas de televisión, bares, ateneos y cualquier local público, se vea invadido por políticos que insultan a los contrarios, prometiendo cosas imposibles, ensuciando las paredes con carteles y el suelo con octavillas, a fin, solamente, de convencer a los indecisos.
El que es abstencionista (como éramos muchos hasta que fue necesario hacer que la derecha se marchara), no necesita que nadie le ensordezca. El que es de izquierdas y vota, sabe a quien ha de votar. Porque ser de izquierdas es un ejercicio de ética que conlleva años y años. Como decía Lluis Llac la noche de su adiós a los escenarios, ser de izquierdas requiere examinarse cada día. O sea, mirar con lupa cada acto para no cargarse una trayectoria. Me refiero a los de izquierdas de verdad, no a esos que han traspasado la barrera, o dicho más llanamente, se han cambiado la chaqueta para estar siempre bien cerca del poder y del dinero.
Luego están los barnizados por la estética, los que tienen algo que conservar pero quieren más, los que creen que tienen derecho a gobernar siempre, como sus antepasados, los nostálgicos, los que creen en la caridad y no en la justicia social, estos también se sabe a quién votarán.
Los indecisos son los que nos hacen la puñeta. Sería mejor unos cursos acelerados de educación política, que aguantar, cada dos por tres, el tostón, el desasosiego y el aburrimiento de los políticos besando niños, comiendo calçots, recorriendo los mercados, dando voces, prometiendo lo imposible, mintiendo, en definitiva.
El pueblo, entonces, como casi siempre, era ignorado. El pueblo siempre se ha tenido que levantar, revolucionar, para que le tuvieran en cuenta. Y cuando el pueblo se revoluciona, ya se sabe, lo hace por y contra el poder, ejercido siempre por las clases dominantes, naturalmente.
Al pueblo le ha costado siempre tener ideología, no le han dejado, y eso, en según que épocas de la vida, era bueno, porque la manca de ello hacía que la intuición, y sobre todo el hambre y la injusticia, le hiciera levantarse.
Por las actuales calendas, en España (uno de los países más deseados de Europa, el mejor para trabajar, el que más crece, etc. etc.) la falta de ideologías, quizá también de ideas, hacen que las elecciones se ganen o se pierdan en base al voto de los indecisos. Ya ha pasado el tiempo de las revoluciones, la gente ha de pagar las hipotecas y, por consiguiente, han de aguantar lo que sea, y vota. Por eso, repito, los indecisos mandan, baste comprobar de qué forma las encuestas suben y baja a favor de uno u otro partido, para dar consistencia a tal aseveración.
Favorece esta situación el que muchos políticos carecen de ideología, también, y de esta forma puede verse cómo una señora, por ejemplo, con estola de visón, o un señor que lleva a los hijos a un colegio del Opus, se presente por una lista de Izquierda Unida o de los Verdes para ser cabeza de ratón y no cola de león. Conozco un caso, hay muchos, pero directamente conozco uno.
Estos indecisos, que esconden la papeleta del voto, o no responden sobre sus preferencias, aduciendo que la votación es secreta, son los causantes de que, cada poco tiempo, las calles y plazas de nuestras villas, ciudades, pueblos, aldeas, salas de televisión, bares, ateneos y cualquier local público, se vea invadido por políticos que insultan a los contrarios, prometiendo cosas imposibles, ensuciando las paredes con carteles y el suelo con octavillas, a fin, solamente, de convencer a los indecisos.
El que es abstencionista (como éramos muchos hasta que fue necesario hacer que la derecha se marchara), no necesita que nadie le ensordezca. El que es de izquierdas y vota, sabe a quien ha de votar. Porque ser de izquierdas es un ejercicio de ética que conlleva años y años. Como decía Lluis Llac la noche de su adiós a los escenarios, ser de izquierdas requiere examinarse cada día. O sea, mirar con lupa cada acto para no cargarse una trayectoria. Me refiero a los de izquierdas de verdad, no a esos que han traspasado la barrera, o dicho más llanamente, se han cambiado la chaqueta para estar siempre bien cerca del poder y del dinero.
Luego están los barnizados por la estética, los que tienen algo que conservar pero quieren más, los que creen que tienen derecho a gobernar siempre, como sus antepasados, los nostálgicos, los que creen en la caridad y no en la justicia social, estos también se sabe a quién votarán.
Los indecisos son los que nos hacen la puñeta. Sería mejor unos cursos acelerados de educación política, que aguantar, cada dos por tres, el tostón, el desasosiego y el aburrimiento de los políticos besando niños, comiendo calçots, recorriendo los mercados, dando voces, prometiendo lo imposible, mintiendo, en definitiva.
2 comentarios:
Quin Goig leer cómo habla sin tapujos de derechas e izquierdas. Parece que a la gente le da miedo utilizar estos términos, como si alguien les hubiera convencido de que está "demodé". Qué fastidioso eso ¿no le parece?. Por no hablar de lo mal visto que está incluir la palabra "capitalismo" o "imperialismo"... en un razonamiento. Felicidades, otra vez.
Y sin embargo, en esta puñetera España nuestra, conviene no olvidar la carga que los dos conceptos conllevan. Me gustaría que no existieran, que todos fuéramos, sin más, ciudadanos del mundo. Pero eso no le interesa ni al imperialismo ni al capitalismo. Se alimentan de nuestras miserias y las fomentan.
Gracias
Isabel Goig
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